jueves, 20 de septiembre de 2012

La vergonzosa fechoría quedó consumada


El club El Rincón recibe otro torneo internacional (Fotos: PGA Tour Latinoamérica)
Cuando a las 6:30 a.m. de este jueves 20 de septiembre el estadounidense Jesse Mueller (‘tee’ del hoyo 1) y el argentino Jorge Monroy (por el 10) peguen su tiro de salida (si es que esta vez el campo está listo y no se repite lo de 2007) el golf profesional colombiano habrá sufrido el más duro golpe de su historia. Será el momento en que se configurará el más lamentable, descarado y premeditado despojo a los jugadores que, con su silencio, se convirtieron en cómplices de esta anómala situación. Es muy probable que Mueller y Monroy acierten el ‘fairway’, mientras que los gestores de esta pantomima se habrán apuntado el peor ‘shank’ de todos los tiempos.

Desde el pasado 10 de mayo, a través de esta vitrina, se denunció la sucia jugarreta de la junta directiva de la Federación Colombiana de Golf en detrimento del gremio profesional, usando el PGA Tour Latinoamérica como excusa para avanzar en su cruzada. Fue con ocasión de la quinta propuesta, titulada El ‘tumbre’ a los profesionales. Todo está consignado en la resolución número 1442, del pasado 16 de julio, que reglamenta la expedición de los carnés para profesionales en sus distintas modalidades. Un documento que pasará a la posteridad porque sustenta la campaña de exterminación a la base de la disciplina.

Enceguecida por la rabia y la envidia porque Germán Calle Ramírez, un particular al que en la Fedegolf menospreciaron y del cual se burlaron hasta la saciedad, logró convencer a los directivos del Tour Europeo, primero, y del PGA Tour, después, y trajo al país torneos de primer novel deportivo, la cúpula de la Fedegolf decidió pisotear los pilares de la disciplina (la decencia, la honestidad) y se jugó la peor carta de todos los tiempos. Como en la administración pasada no fue posible arrebatarle a Calle los derechos para organizar un torneo del Challenge Tour y, en especial, los del Pacific Rubiales Colombia Open que los tres últimos años se disputó en el Country Club de Bogotá, le apostó a otra estrategia.

A raíz de los certámenes organizados en el tradicional club capitalino, de los cuales la Fedegolf quedó excluida por la miopía y la soberbia de sus directivos, el PGA Tour puso los ojos en Suramérica. Los estadounidenses, ellos sí visionarios y ellos sí interesados en promover el desarrollo del golf en la región, encontraron aquí un campo fértil para expandir sus dominios. Una coyuntura que la cúpula de la Fedegolf aprovechó para demostrar una vez más su oportunismo y subirse al bus que antes miró con tanto desprecio. Y decidió hacer lo que fuera, literalmente, por tener un torneo de tercer nivel auspiciado por el circuito estadounidense.

Tomás Cocha ganó el Mundo Maya Open.
Queda claro que nadie se opone a que en el país se realicen certámenes deportivos internacionales, no importa si son de primera, segunda o tercera categoría (como el que se cumplirá este fin de semana en el club El Rincón), porque estos de alguna manera contribuyen a enriquecer la afición y, en determinadas circunstancias, a generar la cultura deportiva de la que tanto carecemos (especialmente el las altas esferas directivas). Sin embargo, es impresentable, y mucho menos admisible, que para alcanzar ese objetivo se tenga que pisotear a un gremio como el de los jugadores profesionales, el sustento de la actividad. Pero, para los directivos de la Fedegolf el fin justificaba cualquier medio.

Y el medio que escogieron fue, de manera increíble, el del despojo a los profesionales. A pesar de que la famosa resolución 1442, firmada por el presidente y el secretario de la junta directiva, dice estar diseñada para promover y fortalecer el golf profesional en el país, las actuaciones de esa cúpula desvirtúan, con creces, todo lo consignado en el papel. Como se explicó con detalles en la nota anteriormente referida (El ‘tumbre’ a los profesionales), la Fedegolf se salió del ‘fairway’ y empezó a transitar por el espeso ‘rough’, un escenario ideal para acomodar la bola a su antojo, al mejor estilo de esos tramposos que desde sus cómodos despachos dicen combatir. Aunque en ese documento, que está claro no es más que una de tantas cortinas de humo que emanan desde las oficinas en la calle 72, consigna los beneficios que reciben los profesionales pagar su carné de afiliación a la Fedegolf, con el arranque del Abierto de Colombia quedó consumada la fechoría.

Ese Abierto dejó de ser de Colombia y fue hipotecado a los intereses ególatras de unos pocos, simple y llanamente para hacerles contrapeso a torneos en los que nunca creyeron y que, a pesar de los misiles que se lanzaron desde la Fedegolf, alzaron vuelo y se consolidaron. Ahora es un fin de semana con amplia participación internacional, con jugadores ubicados en su gran mayoría más allá de puesto 500 del ranquin mundial (como quedó demostrado en la nota PGA Tour: parecido no es igual, publicada el lunes anterior) y un grupo de jugadores locales que, con todo el respeto que se merecen, no representan al gremio discriminado.

Pasando por alto las normas más elementales de la decencia, la cúpula de la Fedegolf se jugó su carta maestra: no cumplir con lo prometido en la mencionada resolución, a pesar de que en sus arcas, con juicio, los jugadores profesionales sí consignaron los dineros exigidos. Una suerte de ‘pirámide’, de captación ilegal, que de acuerdo con abogados que conocen el tema tiene alcances legales (en caso de que alguno de los afectados se atreva a demandar). Es sencillo: se prometieron unos beneficios a cambio de unos derechos de afiliación y, a mitad del camino, se cambiaron las reglas del juego. Eso sí, la platica continuó engrosando las arcas de la dizque entidad sin ánimo de lucro.

Ariel Cañete viene de ganar el Monterrey TransAmerican Open.
Como se dijo en su momento, los directivos no se conforman con retener el 20 por ciento de las bolsas de los pocos abiertos que se realizan en el país (les descuentan el 10 por ciento a los jugadores y le cobran una suma similar al club organizador), no solo cobran por un carné que literalmente solo sirve para rellenar la billetera, sino que no cumplen con los beneficios prometidos. Uno de ellos, valga decirlo, era participar en el Abierto de Colombia y en el Máster Profesional, pero la gran mayoría de los afiliados no podrá hacerlo porque los torneos ahora son sancionados por un circuito al que no pertenecen.

Ah, y cobran inscripciones de un millón de pesos, en un claro intento por filtrar la participación de esos jugadores que para ellos desde hacer rato son incómodos: los jugadores profesionales que anteriormente fueron cadis. Pretenden montar por decreto un golf profesional estrato 6 pisoteando a aquellos que, a pesar de su origen humilde y en muchos casos su ausencia de educación formal, históricamente le dieron lustre a la actividad.

En condiciones normales, los primeros golpes de Mueller y Monroy deberían ser para celebrar, para darle al mundo testimonio de que el golf colombiano sigue su desarrollo. En cambio, lo que se configuró, gracias al despojo a los profesionales, fue el peor ‘shank’ de la historia. Una actuación vergonzosa que, por supuesto, a nadie hace sonrojar en la cúpula de la Fedegolf. Ellos, fieles a su costumbre, miran para otro lado, tiran la piedra y esconden la mano; arrancan campañas para que se promover el juego limpio, pero juegan sucio, muy sucio. La fechoría, como tantas otras en este país, quedó impune porque ninguna de las víctimas denunció (otro mal colombiano). El cáncer, sin embargo, sigue desarrollándose y estos personajes, como tantos otros que actúan al margen de las normas vigentes, tarde o temprano caerán por el peso de sus equivocaciones.

Hasta la próxima…

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