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Matías O'Curry fue el ganador en el club El Rincón de Cajicá (Fotos: PGA Tour Latinoamérica) |
Pasó el
primer torneo del PGA Latinoamérica en Colombia. Pasó de largo, inadvertido,
casi clandestino. Pasó sin pena, pero tampoco con gloria. Pasó. Los aficionados
extrañamos el Abierto de Colombia, el de verdad, el que era una fiesta, el que
los mejores jugadores del país querían jugar a toda costa, el que era una cita
impostergable cada temporada. Y volvió a ganar un argentino, esta vez el joven
Matías O’Curry. Por tercera vez en los últimos cuatro años, el trofeo viajó
para el sur del continente y los nuestros se quedaron con las manos vacías.
El torneo
que se jugó el pasado fin de semana en el club El Rincón de Cajicá solo fue un
remedo de nuestro antiguo Abierto de Colombia, el certamen grande y de
tradición que la Federación Colombiana de Golf, como ya hizo con otras citas,
se encargó de enterrar. Tan desnaturalizado fue el certamen que hasta la propia
cúpula de la entidad levantó bola y salió corriendo fuera del país, dejando la
actividad del fin de semana, en teoría la más importante, al garete. El
presidente viajó a Turquía con la excusa de que esta semana se disputa allí el
Mundial Amateur, como si no hubiera vuelos a Europa todos los días. Y Turquía
no es tan lejos ni inaccesible como lo eran las repúblicas de la antigua Unión
Soviética hasta hace un par de décadas.
Pero,
claro, no es de extrañar. Ese es el talante de la actual administración,
incapaz de poner la cara. Eso sí, el presidente dejó una hermosa perla antes de
irse: “queremos crear una cultura golfística en Colombia y eso podremos
conseguirlo con torneos como estos”, le dijo al PGA Tour Latinoamérica en una
entrevista realizada poco antes del primer golpe del torneo. Una
declaración que sorprende por la honestidad: la cabeza visible del golf
colombiano reconoce que la labor realizada durante más de 60 años por la
entidad que preside no ha servido. Sin embargo, hay que informarle que en el
país, muy a pesar de la Fedegolf, sí existe cultura deportiva, inclusive
cultura de golf.
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Aunque ni siquiera hubo tribunas, algunos aficionados vieron el final. |
Cultura, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia
de la Lengua, un libro que el presidente de la Fedegolf jamás ha tenido en sus
manos (¿será que cree que lo muerde?) es el
“conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo
artístico, científico, industrial en una época, grupo social” o, en una
acepción más popular, “conjunto de las
manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”. Quizás
porque viven completamente desconectados de la realidad, los directivos de la
Fedegolf no se han dado cuenta de que, desde hace muchísimo tiempo, en el país
hay cultura de golf.
La propia página web de la entidad da cuenta de 48 clubes
afiliados, más unos cuantos más que, como el de la Universidad Manuela Beltrán,
el Britania o el de Sopó prestan sus servicios de manera independiente, al
igual que otros más en diferentes ciudades. Salvo Argentina, en Latinoamérica
no existe otro país con tantos escenarios, así sean de carácter privado. Además,
existe una programación oficial que abarca gran parte de los fines de semana
del año, al menos unos 45, con nutrida actividad que congrega categorías de
todas las edades.
Hay torneos como el Campeonato Nacional de Mayores, cuya
versión masculina se disputa desde 1930, mucho antes de la creación de la
Fedegolf, para convertirse en el torneo deportivo más antiguo del país. Hay
otros como el ahora mal llamado Abierto de Colombia, que completó 66 ediciones;
en Nacional de Mayores femenino, con 61; el Nacional Juvenil, que este año
llega a 60; o la conocida ‘Copa Bigotes’, que acaba de coronar a los campeones
número 59 de la historia. Actualmente, además, hay 60 jóvenes colombianos que
cursan estudios en universidades de los Estados Unidos e integran sus equipos
de golf, siguiendo el mismo camino que en décadas anteriores trazaron Eduardo
Herrera, Marisa Baena y Camilo Villegas, los mejores jugadores de la historia.
Y el propio Villegas milita en el verdadero PGA Tour (no el que llegó a
Colombia), Camilo Benedetti es miembro del Web.com Tour y Mariajo Uribe integra
el LPGA Tour.
Hay cientos de empresas que encontraron en el golf no solo
el terreno más fértil para promocionar sus productos, sino también una útil
herramienta para realizar negocios. Para no ir muy lejos, el periódico El
Tiempo, el más grande del país, organiza un torneo para sus clientes y
proveedores que significa una cuantiosa inversión y que reúne patrocinadores
que un certamen oficial envidiaría. Hasta el piloto Juan Pablo Montoya acoge uno
para recaudar fondos destinados a la fundación que dirige su esposa. Y
prácticamente no hay un centro comercial sin un almacén que venda implementos
de golf, que ahora se consiguen hasta en los almacenes de cadena como
Falabella.
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Andrés Echavarría fue el mejor de los jugadores locales. |
En los años 80 se cumplió en el país la llamada Gira
Latinoamericana, que trajo por estas latitudes a algunos de los mejores
jugadores del mundo. Hasta un tal Jack Nicklaus estuvo en el Country Club, así
fuera de visita. Desde 2007 en el país se realiza un torneo del Challenge Tour
europeo y el Country Club es sede, desde 2010, del Pacific Rubiales Colombia Open,
sancionado por el Web.com Tour. Por si esto fuera poco, los golfistas
colombianos han ganado, a través de la historia, 26 veces el Suramericano
Prejuvenil, 25 el Suramericano Juvenil, 21 al Suramericano de Mayores ‘Copa Los
Andes’ y 3 el Suramericano Amateur. Y,
para rematar, un equipo nacional femenino obtuvo medalla de bronce en el
Mundial Amateur, en 2006.
Al señor Lázaro Pérez hay que pedirle que, por favor, se
posesione y empiece a ejercer como presidente de la Fedegolf. Eso significa,
sin embargo, enterarse así sea en una mínima medida, de lo que significa el
golf en el país. No es el deporte más popular, tampoco el más masivo, y en eso
sí tiene gran culpa la entidad que él preside. Pero, la cultura existe hace
mucho rato, muy a pesar de la Fedegolf. Y los torneos que sirvieron para generarla
casi nunca contaron con la participación de ella, que se vio relegada por la
soberbia, la miopía y la terquedad de sus dirigentes. Eso sí, torneos
clandestinos, como el del pasado fin de semana, poco o nada contribuyen a
enriquecer esa cultura, que ya llegó a los medios de comunicación, hasta no
hace mucho reacios a publicar información de golf.
En la
cúpula de la Fedegolf se aplica la esa máxima tan colombiana de “yo no hago,
pero me dedico a entorpecer lo que hagan los demás” o, en otro sentido, “no
hago y más bien desconozco lo que hacen los demás”. Qué vergüenza con los
directivos de los países que acudirán al Mundial Amateur en Turquía, que uno de
los aspirantes a la sede del año 2016 vaya representado por un personaje
como Pérez, que no tiene ni idea de qué ocurre con su deporte. Si el argumento
para obtener la organización de las copas Eisenhower y Espirito Santo es que
servirán para crear cultura de golf en el país, con seguridad se perderá en la
votación. Hay tanta cultura, que es posible organizar torneos clandestinos como
ese mal llamado Abierto de Colombia en el que, gracias a la Fedegolf, los
nuestros se quedaron con las manos vacías.
Hasta la
próxima…
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