“La peor cobardía es
saber qué es lo justo y no hacerlo” – Yves
Montand
La forma más efectiva de conocer el talante de una persona,
su verdadero valor como ser humano, es ver cómo asume las responsabilidades que
le fueron encomendadas y su actitud frente a las dificultades. Lo bueno es que
no hay puntos intermedios o tonalidades grises: se tiene o no se tiene, blanco
o negro. O, como lo dice Yves Montand, se es valiente o se es un cobarde.
En los próximos días, el golf colombiano será testigo de una
de las más importantes citas de su historia, una que puede convertirse en el
tanque de oxígeno que este deporte requiere con urgencia o, por el contrario,
en una vergüenza más de sus dirigentes, en un negro lunar que marcará su
futuro. Una cita a la que, valga decirlo, jamás se debió llegar, no en estas
circunstancias.
Desde hace más de dos décadas, este deporte está en manos de
unos pocos, una minúscula cuadrilla ambiciosa que actúa abiertamente en contra
de los intereses de la mayoría y que, lo peor, cada día nos muestra más su
verdadero rostro: el de una banda de hampones. Si bien todavía no entró en escena
el cianuro, ya hay grabaciones subrepticias, chuzadas, intimidaciones.
Lo más doloroso es que se trata de un cáncer plenamente
identificado, el más dañino de todos, pero nadie ha hecho nada para curarlo, a
pesar de que existe la medicina necesaria. Por eso, ha hecho metástasis una y
otra, y otra, y otra, hasta convertir al golf colombiano en un enfermo
terminal. De ahí la importancia de las decisiones que se adopten en la próxima
reunión.
Irónicamente, penosamente, increíblemente, el problema fue
expuesto en esta misma vitrina hace casi seis años, el lunes 25 de febrero de
2013. La nota ‘Cuatro
años más de la cuadrilla del tapen, tapen’ describe fielmente la realidad
que hoy se vive. Es cierto que cambiaron algunos de los títeres, pero el nefasto
titiritero sigue manipulando los hilos de la actividad, caprichosamente.
El deterioro comenzó hace más de 20 años, pero se recrudeció
recientemente favorecido por la cobardía de los dirigentes del golf, es decir, los
representantes de los clubes que eligen a los mismos y esperan resultados
distintos. Lo único que cambió en este tiempo fue la aparición de Camilo Sánchez
Collins, actual presidente de la Federación Colombiana de Golf.
Golfista de toda la vida, jugador de primer nivel (fue
campeón nacional de mayores, entre otros títulos), apasionado por el golf, empresario
exitoso y directivo de trayectoria intachable, se atrevió a promover un cambio,
es decir, quiso aplicar la medicina para erradicar el cáncer. Como todos los
que en el pasado se atrevieron a pensar y exponer sus opiniones, ahora lo
quieren defenestrar.
A él y a otros dos o tres miembros de la actual cúpula,
nombrada hace menos de dos años, que apoyan sus iniciativas, que quieren un
cambio, que claman porque el golf recupere su esencia y vuelva a ser guiado por
los valores. El nefasto caudillo que rige los destinos del golf desde hace
años, a pesar de que es simplemente un empleado de la entidad y no un
directivo, lo sentenció.
Lo tildó de “dictador,
déspota” y le declaró la guerra. La más sucia de las guerras, fiel a tu talante
corrupto y grosero, con insultos, grabaciones a escondidas, filtración de actas
y mentiras y más mentiras. Y lo mismo con los pocos miembros de la junta que,
con decencia e independencia, se atrevieron a respaldar a Sánchez, conscientes
de que el golf colombiano requiere un cambio ya.
Los demás, la mayoría, son fieles ‘lavaperros’, arrodillados
y serviles escuderos que hipotecaron su dignidad y fueron inferiores al
compromiso adquirido con la asamblea, de velar por los intereses del golf
colombiano y no por los particulares. Y con ellos están los tristes peones de
la nómina, algunos investidos con inusual poder, prestos para ponerle el pecho
a las balas por su amo.
Desde hace dos décadas, tal y como lo refleja la nota ‘Cuatro
años más de la cuadrilla del tapen, tapen’, increíblemente vigente, el golf
colombiano está divido entre los secuaces del nefasto caudillo y el resto, la
mayoría, los enemigos. Y así estamos,
así se llega a la asamblea que se realizará en estos días, en la que los dueños
del carrusel del golf esperan
consumar otra fechoría.
El gran orgullo de los golfistas es que el suyo es, supuestamente,
un deporte de caballeros, el
escenario ideal para que los niños se formen en valores y también un campo fértil para forjar amistades de las que duran para toda la vida. Infortunadamente, ya
no es así, no en Colombia: acá es un vulgar campo de batalla, nido de buitres,
caldo de cultivo de egos y bajos instintos.
Los directivos, asociados, jugadores profesionales, jugadores
aficionados y hasta periodistas de los medios que se atreven a retar al capataz
de la hacienda se atienen a las consecuencias. Las ofensas, las represalias, el
irrespeto de los derechos, la patanería y la grosería están a la orden del día
para acallar las voces disidentes. Así se llame Camilo Sánchez Collins y sea el
presidente de la entidad.
Por eso, la asamblea extraordinaria que se avecina es tan
importante para la historia de golf colombiano. Ahí es cuando vamos a conocer
el verdadero talante de sus directivos, de los únicos dueños del golf, que son los
clubes. Habrá que ver si, una vez más, sus representantes se hacen los de la
vista gorda, miran para otro lado y le dan un nuevo voto de confianza a la
cuadrilla del mal.
Más que la permanencia de Sánchez en la presidencia o un
pulso de poder con un empleado con ínfulas de grandeza, lo que el golf se juega
es su futuro. Estas personas no van a elegir entre Sánchez y el patrón del mal,
sino el modelo que ellos quieren que el golf colombiano refleje en los próximos
años: el de la decencia y los valores tradicionales o el de la patanería y la
corrupción.
Lo que está en juego no es un cargo, sino el mensaje que la asamblea
le va a transmitir a la comunidad golfística. Vamos a saber si el deseo de los representantes
de los clubes, soberanos dueños del golf, es que las nuevas generaciones, sus
hijos, crezcan y disfruten de un golf basado en los valores, la decencia, la alegría
y la amistad o, como en los últimos años, en la patanería y la vulgaridad.
Que los dioses del golf iluminen a estas personas y les den
la sabiduría necesaria para tomar la decisión correcta. Que tengan la valentía
de hacer lo justo y se olviden de la cobardía que en el pasado reciente las
llevó a alimentar el cáncer una y otra vez, y otra vez. Es una situación
difícil en la que vamos a conocer su actitud y, sobre todo, su talante: valentía
o cobardía.
El golf colombiano pide (urge) una oportunidad. Una
oportunidad que tiene nombre y apellido propios: Camilo Sánchez Collins y quienes
lo acompañan en esta cruzada. Una oportunidad para que se dé un cambio urgente,
drástico, que nos permita volver a vivir las alegrías del pasado. Una
oportunidad que, sobre todo, extirpe de una vez el tumor cancerígeno y sus odiosas
metástasis…

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