sábado, 26 de enero de 2019

El golf colombiano pide (urge) una oportunidad



“La peor cobardía es saber qué es lo justo y no hacerlo”Yves Montand

La forma más efectiva de conocer el talante de una persona, su verdadero valor como ser humano, es ver cómo asume las responsabilidades que le fueron encomendadas y su actitud frente a las dificultades. Lo bueno es que no hay puntos intermedios o tonalidades grises: se tiene o no se tiene, blanco o negro. O, como lo dice Yves Montand, se es valiente o se es un cobarde.

En los próximos días, el golf colombiano será testigo de una de las más importantes citas de su historia, una que puede convertirse en el tanque de oxígeno que este deporte requiere con urgencia o, por el contrario, en una vergüenza más de sus dirigentes, en un negro lunar que marcará su futuro. Una cita a la que, valga decirlo, jamás se debió llegar, no en estas circunstancias.

Desde hace más de dos décadas, este deporte está en manos de unos pocos, una minúscula cuadrilla ambiciosa que actúa abiertamente en contra de los intereses de la mayoría y que, lo peor, cada día nos muestra más su verdadero rostro: el de una banda de hampones. Si bien todavía no entró en escena el cianuro, ya hay grabaciones subrepticias, chuzadas, intimidaciones.

Lo más doloroso es que se trata de un cáncer plenamente identificado, el más dañino de todos, pero nadie ha hecho nada para curarlo, a pesar de que existe la medicina necesaria. Por eso, ha hecho metástasis una y otra, y otra, y otra, hasta convertir al golf colombiano en un enfermo terminal. De ahí la importancia de las decisiones que se adopten en la próxima reunión.

Irónicamente, penosamente, increíblemente, el problema fue expuesto en esta misma vitrina hace casi seis años, el lunes 25 de febrero de 2013. La nota ‘Cuatro años más de la cuadrilla del tapen, tapen’ describe fielmente la realidad que hoy se vive. Es cierto que cambiaron algunos de los títeres, pero el nefasto titiritero sigue manipulando los hilos de la actividad, caprichosamente.

El deterioro comenzó hace más de 20 años, pero se recrudeció recientemente favorecido por la cobardía de los dirigentes del golf, es decir, los representantes de los clubes que eligen a los mismos y esperan resultados distintos. Lo único que cambió en este tiempo fue la aparición de Camilo Sánchez Collins, actual presidente de la Federación Colombiana de Golf.

Golfista de toda la vida, jugador de primer nivel (fue campeón nacional de mayores, entre otros títulos), apasionado por el golf, empresario exitoso y directivo de trayectoria intachable, se atrevió a promover un cambio, es decir, quiso aplicar la medicina para erradicar el cáncer. Como todos los que en el pasado se atrevieron a pensar y exponer sus opiniones, ahora lo quieren defenestrar.

A él y a otros dos o tres miembros de la actual cúpula, nombrada hace menos de dos años, que apoyan sus iniciativas, que quieren un cambio, que claman porque el golf recupere su esencia y vuelva a ser guiado por los valores. El nefasto caudillo que rige los destinos del golf desde hace años, a pesar de que es simplemente un empleado de la entidad y no un directivo, lo sentenció.

Lo tildó de “dictador, déspota” y le declaró la guerra. La más sucia de las guerras, fiel a tu talante corrupto y grosero, con insultos, grabaciones a escondidas, filtración de actas y mentiras y más mentiras. Y lo mismo con los pocos miembros de la junta que, con decencia e independencia, se atrevieron a respaldar a Sánchez, conscientes de que el golf colombiano requiere un cambio ya.

Los demás, la mayoría, son fieles ‘lavaperros’, arrodillados y serviles escuderos que hipotecaron su dignidad y fueron inferiores al compromiso adquirido con la asamblea, de velar por los intereses del golf colombiano y no por los particulares. Y con ellos están los tristes peones de la nómina, algunos investidos con inusual poder, prestos para ponerle el pecho a las balas por su amo.

Desde hace dos décadas, tal y como lo refleja la nota ‘Cuatro años más de la cuadrilla del tapen, tapen’, increíblemente vigente, el golf colombiano está divido entre los secuaces del nefasto caudillo y el resto, la mayoría, los enemigos. Y así estamos, así se llega a la asamblea que se realizará en estos días, en la que los dueños del carrusel del golf esperan consumar otra fechoría.

El gran orgullo de los golfistas es que el suyo es, supuestamente, un deporte de caballeros, el escenario ideal para que los niños se formen en valores y también un campo fértil para forjar amistades de las que duran para toda la vida. Infortunadamente, ya no es así, no en Colombia: acá es un vulgar campo de batalla, nido de buitres, caldo de cultivo de egos y bajos instintos.

Los directivos, asociados, jugadores profesionales, jugadores aficionados y hasta periodistas de los medios que se atreven a retar al capataz de la hacienda se atienen a las consecuencias. Las ofensas, las represalias, el irrespeto de los derechos, la patanería y la grosería están a la orden del día para acallar las voces disidentes. Así se llame Camilo Sánchez Collins y sea el presidente de la entidad.

Por eso, la asamblea extraordinaria que se avecina es tan importante para la historia de golf colombiano. Ahí es cuando vamos a conocer el verdadero talante de sus directivos, de los únicos dueños del golf, que son los clubes. Habrá que ver si, una vez más, sus representantes se hacen los de la vista gorda, miran para otro lado y le dan un nuevo voto de confianza a la cuadrilla del mal.

Más que la permanencia de Sánchez en la presidencia o un pulso de poder con un empleado con ínfulas de grandeza, lo que el golf se juega es su futuro. Estas personas no van a elegir entre Sánchez y el patrón del mal, sino el modelo que ellos quieren que el golf colombiano refleje en los próximos años: el de la decencia y los valores tradicionales o el de la patanería y la corrupción.

Lo que está en juego no es un cargo, sino el mensaje que la asamblea le va a transmitir a la comunidad golfística. Vamos a saber si el deseo de los representantes de los clubes, soberanos dueños del golf, es que las nuevas generaciones, sus hijos, crezcan y disfruten de un golf basado en los valores, la decencia, la alegría y la amistad o, como en los últimos años, en la patanería y la vulgaridad.

Que los dioses del golf iluminen a estas personas y les den la sabiduría necesaria para tomar la decisión correcta. Que tengan la valentía de hacer lo justo y se olviden de la cobardía que en el pasado reciente las llevó a alimentar el cáncer una y otra vez, y otra vez. Es una situación difícil en la que vamos a conocer su actitud y, sobre todo, su talante: valentía o cobardía.

El golf colombiano pide (urge) una oportunidad. Una oportunidad que tiene nombre y apellido propios: Camilo Sánchez Collins y quienes lo acompañan en esta cruzada. Una oportunidad para que se dé un cambio urgente, drástico, que nos permita volver a vivir las alegrías del pasado. Una oportunidad que, sobre todo, extirpe de una vez el tumor cancerígeno y sus odiosas metástasis…

No hay comentarios:

Publicar un comentario