| Toté Arizabaleta, en el ojo del huracán, se comportó como un caballero. |
Voy a
romper una regla que ha caracterizado mi estilo durante más de 25 años de
trayectoria profesional: voy a escribir en primera persona. Es necesario
hacerlo para desenredar la maraña que felizmente se armó la semana pasada con
mi más reciente post, titulado ‘Cría
cuervos y se volverán tu karma’. Digo felizmente porque por cuenta de las
jugarretas hipócritas y malintencionadas de las cabezas visibles de la pirámide
FHD (una de ellas bastante visible desde bieeeeen lejos) y de algunos jugadores
profesionales puso en boca de todos un tema que desde hace mucho rato debía
debatirse (y, sobre todo, solucionarse) en el golf colombiano.
Tan pronto
se publicó la nota, se convirtió en algo viral en la red. Como si fuera plata
regalada, el artículo comenzó a pasar de mano en mano hasta que, al mediodía
del viernes, mientras se aprestaba a tomar la salida para disputar la segunda
ronda del Colombian Classic, le llegó al golfista caleño Álvaro José
Arizabaleta, cuyo papel protagónico en el desempate del Claro Q-School fue
tomado como ejemplo para poner en relieve un cáncer que hace muchos años
carcome al deporte: el de los jugadores maleducados, en la nota denominados
gamines. Fue, entonces, cuando se inició el proceso en el que la cúpula de la
Fedegolf y una gran cantidad de golfistas profesionales nos mostraron de manera
descarnada y descarada sus miserias humanas.
El primero
en dar la alerta fue precisamente el profesional que había sido anfitrión del
torneo en cuestión, un fin de semana antes. Luego, con juicio, a Toté se le
acercaron los ‘lavaperros’ de la Fedegolf; a sabiendas de que no tienen
sintonía con el jugador, los directivos prefirieron mover sus fichas tras
bambalinas y enviaron a empleados serviles, como el menso que se duerme en las
premiaciones (según fotos publicadas por ellos mismos) o las secretarias del
departamento de prensa (hábiles en el arte de ponerse las rodilleras y agachar
la cabeza). Y, tras ellos, no pocos jugadores profesionales, varios de los
mismos que, en voz baja, aquel domingo en el Country Club expresaban su
malestar por una eventual victoria de Arizabaleta. Ellos y otros que no
simpatizan con el caleño, que aprovecharon la oportunidad para hacer leña del
árbol caído.
A partir de
ese momento, Toté fue víctima de un bombardeo inclemente, con un mensaje muy
claro: que se asesorara de un abogado y demandara. La brillante estrategia era
de la inspiración de la cúpula de la Fedegolf, irónicamente la gran responsable
(por omisión, por ineptitud, por rabo de paja) de que los campos de nuestro
país se hayan llenado de gamines, muchos de ellos de estrato 7 y conexiones con
el alto gobierno o allegados a figuras representativas del deporte y la vida
nacional. Poco después del mediodía del domingo, mientras en el San Andrés Golf
Club se desarrollaba la última ronda del Colombian Classic, Toté consiguió mi
número telefónico y me marcó. En el tercer intento, porque las dos primeras
veces la llamada se cortó, pudimos conversar.
Me expresó
su extrañeza por el artículo: “Si supiera que lo escribió otro periodista, con
el que hubiera tenido un problema, no le hacía caso. Pero yo siempre he estado
bien con usted, nunca hemos tenido problemas, por eso me incomoda”, me dijo. En
otras palabras, se sentía atacado y no veía razones para que ello ocurriera. Y
la verdad no las había, más allá de los testimonios ya mencionados y de los
antecedentes que ahora le pesan como un lastre. Le aclaré, eso sí, que no había
animadversión personal alguna, que todo obedecía a un trabajo periodístico y
que estaba abierto al diálogo. Toté no negó que ha tenido problemas
(discusiones, altercados) con compañeros de juego, pero afirmó que siempre se
dieron fuera del campo. De hecho, afirmó que cada vez actuó con motivaciones
válidas y que, de ser necesario, volvería a actuar de la misma forma. Manifestó,
igualmente, que le importa un pito lo que los demás piensen de él y develó su real
preocupación: tras su buena figuración en el Claro Q-School, no solo logró
asegurar el cupo para el Pacific Colombia Championship presentado por Claro,
sino que también recibió invitación para el Claro Panamá Championship y algunos
patrocinadores manifestaron su interés en conversar para ver si concretan algún
apoyo. Expresó, también, que tenía temor de que sus actuales patrocinadores
tomaran medidas en su contra después de leer el artículo.
Vamos a
dejar claro algo muy importante: quien escribe, en al menos diez años de seguir
a Toté por los diferentes campos del país, jamás ha sido testigo de un acto de
grosería, de un inconveniente con un compañero de juego, de una discusión con
un cadi dentro del campo de juego. Además, tampoco tengo queja alguna por el
trato que Álvaro José Arizabaleta ha tenido conmigo, siempre cordial, siempre
decente, siempre atento. La referencia que se hizo de su comportamiento se basó
en numerosos testimonios de jugadores colombianos, de directivos de la
Fedegolf, de organizadores de torneos. También, en hechos innegables, como las
suspensiones que le impusieron cuando aún era amateur y por la investigación en
su contra actualmente en curso en el Tribunal Disciplinario de la Fedegolf (de
hecho, recientemente se presentó a rendir descargos).
Como se lo
dije en nuestra conversación telefónica, Toté es una persona que me cae bien,
fundamentalmente por una razón: es auténtico. Con todas sus virtudes (que son
muchas) y sus errores (que no son pocos), siempre es el mismo: va de frente, no
se queda callado, pelea por lo que considera justo, defiende lo suyo. Y eso, en
medio de un ambiente de hipócritas como el del golf, es algo digno de admirar.
Pero, y eso también está claro, no es un angelito. Desde hace varios años es
visitante frecuente del Tribunal Deportivo y debe haber motivos de peso, salvo
que se trate de una infame persecución por parte de la Fedegolf. Y de él hablan
mal muchos de sus colegas y, según directivos de torneos, algunos jugadores extranjeros
que compartieron con él también manifestaron inconformidad su comportamiento.
Lo que no
puede pasar inadvertido en este suceso es el rol protagonizado por cada uno de
los actores. La Fedegolf, que debería ser la principal interesada en exterminar
esta incómoda especie de los gamines, y que de hecho lo único que ha conseguido
es exhibir su ineptitud, su incapacidad para enfrentar el problema y su
complicidad, mostró el cobre en todo su esplendor. Desde hace años sanciona al
jugador, lo cita a descargos, le niega su concurso en delegaciones al
extranjero precisamente por su cuestionable comportamiento y luego es la que lo
conmina a que tome acciones legales cuando se publica que su comportamiento no
es el adecuado. País de cafres, doctor Darío Echandía, y eso que usted nunca conoció
a los peores, los que hoy por hoy mandan en el golf colombiano. Con esa doble
moral, esa mala leche, ese oportunismo que los caracteriza, intentaron pescar
en río revuelto, pero pegaron shank.
| Ojalá Toté pueda aprovechar las oportunidades que se le presentan. |
A nadie que
conozca a estos nefastos personajes debe extrañarle tal comportamiento. Son hienas,
cobardes fieras al acecho, tras bambalinas, escondidas sin dar la cara, a la
espera de que la presa les dé la oportunidad para atacarla. Y dispuestas a transformarse
de acuerdo con las circunstancias, así eso signifique aliarse con un rival
declarado, como en este caso con Álvaro José Arizabaleta. La muestra más clara
de que el problema sí existe, de que los gamines no son verso, es el vergonzoso
Código Disciplinario expedido por la Fedegolf para sancionar a los jugadores
profesionales: está hecho para lidiar con gamines (consúltelo aquí: http://www. federacioncolombianadegolf. com/website/index.php/ fedegolf-sp-2071920454/codigo- disciplinario).
Por otro lado, si no hubiera gamines, con las reglas de etiqueta, que son muy
detalladas, bastaría como ocurre en cualquier otro país. Pero estamos en Colombia,
país de cafres y de gamines.
El gremio
de los profesionales tampoco se quedó atrás. Algunos aprovecharon para cobrarle
a Toté alguna incomodidad sufrida, o para dejar clara su antipatía, o
simplemente para congraciarse con la cúpula corrupta de la Fedegolf. No hace
mucho, en esta misma vitrina, se escribió que el golf profesional vive el peor
momento de su historia y episodios como el de la semana anterior así lo
confirman. Así como perro como perro, en el golf colombiano profe come profe. Los odios se cocinan a fuego lento, a
la espera de poder servirlos como platillo principal. Muchos saludan con
sonrisa de oreja a oreja, pero tan pronto uno da la espalda cambian la mueca y
empiezan a despotricar. Dan la palmadita en la espalda antes de propinar la
puñalada. Hasta los mismos que critican a Toté se ‘solidarizaron’ con su causa,
en una patética pantomima.
Una semana
después del alboroto, y tras escuchar no solo a Toté sino a otros conocedores
del tema, me quedan varias reflexiones. La primera, y la más importante, es que
después de conocer la nota el único que actuó como golfista, como caballero,
como gente decente, fue Álvaro José Arizabaleta. Agradezco su llamada y,
especialmente, los términos de la misma. La segunda, muy preocupante: en esta
misma tribuna se han expuesto otros problemas muy graves del golf colombiano,
como el tumbe a los profesionales, como las irregularidades en la organización del
minitour de cadis, como la farsa del Tour Profesional montado sobre los
recursos que salen de los bolsillos de los propios jugadores; sin embargo,
ninguno generó tal polémica, ni reacciones tan marcadas como este de los
gamines, clara muestra de que la premisa fundamental de nuestro deporte es el
qué dirán.
La tercera,
que este problema se incrementará y profundizará, gracias a que a nadie le
interesa solucionarlo. Algunos jugadores se creen con derecho a comportarse por
fuera de las reglas, las del juego y las de la decencia. Los directivos han
puesto de manifiesto, de una y mil formas, su ineptitud para siquiera
controlarlo, especialmente porque la mayoría tiene rabo de paja: los jugadores
no les creen, porque saben que en el campo (y muchas veces fuera de él) son
unos gamines. Y, por último, la cuarta: celebro haber pisado un callo tan
prominente, tan sensible, así algunos se
puedan incomodar. El que unos se molesten al sentirse aludidos no significa que
lo escrito sea mentira. A Toté, al que le reitero mi respeto por ser auténtico
y mi gratitud por su proceder decente, solo puedo decirle que aprenda de sus
errores, como intentamos hacer los adultos, y continúe adelante. Cuenta con un
inmenso talento, es joven e inteligente; ojalá pueda aprovechar las
oportunidades que se le están presentando y, en especial, ojalá camine por el fairway de la vida, porque por el rough corre el riesgo de encontrarse de
nuevo con las hienas y sus secuaces.
Hasta la
próxima…

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