viernes, 8 de noviembre de 2013

Cría cuervos y se convertirán en hienas

Toté Arizabaleta, en el ojo del huracán, se comportó como un caballero.
Voy a romper una regla que ha caracterizado mi estilo durante más de 25 años de trayectoria profesional: voy a escribir en primera persona. Es necesario hacerlo para desenredar la maraña que felizmente se armó la semana pasada con mi más reciente post, titulado ‘Cría cuervos y se volverán tu karma’. Digo felizmente porque por cuenta de las jugarretas hipócritas y malintencionadas de las cabezas visibles de la pirámide FHD (una de ellas bastante visible desde bieeeeen lejos) y de algunos jugadores profesionales puso en boca de todos un tema que desde hace mucho rato debía debatirse (y, sobre todo, solucionarse) en el golf colombiano.

Tan pronto se publicó la nota, se convirtió en algo viral en la red. Como si fuera plata regalada, el artículo comenzó a pasar de mano en mano hasta que, al mediodía del viernes, mientras se aprestaba a tomar la salida para disputar la segunda ronda del Colombian Classic, le llegó al golfista caleño Álvaro José Arizabaleta, cuyo papel protagónico en el desempate del Claro Q-School fue tomado como ejemplo para poner en relieve un cáncer que hace muchos años carcome al deporte: el de los jugadores maleducados, en la nota denominados gamines. Fue, entonces, cuando se inició el proceso en el que la cúpula de la Fedegolf y una gran cantidad de golfistas profesionales nos mostraron de manera descarnada y descarada sus miserias humanas.

El primero en dar la alerta fue precisamente el profesional que había sido anfitrión del torneo en cuestión, un fin de semana antes. Luego, con juicio, a Toté se le acercaron los ‘lavaperros’ de la Fedegolf; a sabiendas de que no tienen sintonía con el jugador, los directivos prefirieron mover sus fichas tras bambalinas y enviaron a empleados serviles, como el menso que se duerme en las premiaciones (según fotos publicadas por ellos mismos) o las secretarias del departamento de prensa (hábiles en el arte de ponerse las rodilleras y agachar la cabeza). Y, tras ellos, no pocos jugadores profesionales, varios de los mismos que, en voz baja, aquel domingo en el Country Club expresaban su malestar por una eventual victoria de Arizabaleta. Ellos y otros que no simpatizan con el caleño, que aprovecharon la oportunidad para hacer leña del árbol caído.

A partir de ese momento, Toté fue víctima de un bombardeo inclemente, con un mensaje muy claro: que se asesorara de un abogado y demandara. La brillante estrategia era de la inspiración de la cúpula de la Fedegolf, irónicamente la gran responsable (por omisión, por ineptitud, por rabo de paja) de que los campos de nuestro país se hayan llenado de gamines, muchos de ellos de estrato 7 y conexiones con el alto gobierno o allegados a figuras representativas del deporte y la vida nacional. Poco después del mediodía del domingo, mientras en el San Andrés Golf Club se desarrollaba la última ronda del Colombian Classic, Toté consiguió mi número telefónico y me marcó. En el tercer intento, porque las dos primeras veces la llamada se cortó, pudimos conversar.

Me expresó su extrañeza por el artículo: “Si supiera que lo escribió otro periodista, con el que hubiera tenido un problema, no le hacía caso. Pero yo siempre he estado bien con usted, nunca hemos tenido problemas, por eso me incomoda”, me dijo. En otras palabras, se sentía atacado y no veía razones para que ello ocurriera. Y la verdad no las había, más allá de los testimonios ya mencionados y de los antecedentes que ahora le pesan como un lastre. Le aclaré, eso sí, que no había animadversión personal alguna, que todo obedecía a un trabajo periodístico y que estaba abierto al diálogo. Toté no negó que ha tenido problemas (discusiones, altercados) con compañeros de juego, pero afirmó que siempre se dieron fuera del campo. De hecho, afirmó que cada vez actuó con motivaciones válidas y que, de ser necesario, volvería a actuar de la misma forma. Manifestó, igualmente, que le importa un pito lo que los demás piensen de él y develó su real preocupación: tras su buena figuración en el Claro Q-School, no solo logró asegurar el cupo para el Pacific Colombia Championship presentado por Claro, sino que también recibió invitación para el Claro Panamá Championship y algunos patrocinadores manifestaron su interés en conversar para ver si concretan algún apoyo. Expresó, también, que tenía temor de que sus actuales patrocinadores tomaran medidas en su contra después de leer el artículo.

Vamos a dejar claro algo muy importante: quien escribe, en al menos diez años de seguir a Toté por los diferentes campos del país, jamás ha sido testigo de un acto de grosería, de un inconveniente con un compañero de juego, de una discusión con un cadi dentro del campo de juego. Además, tampoco tengo queja alguna por el trato que Álvaro José Arizabaleta ha tenido conmigo, siempre cordial, siempre decente, siempre atento. La referencia que se hizo de su comportamiento se basó en numerosos testimonios de jugadores colombianos, de directivos de la Fedegolf, de organizadores de torneos. También, en hechos innegables, como las suspensiones que le impusieron cuando aún era amateur y por la investigación en su contra actualmente en curso en el Tribunal Disciplinario de la Fedegolf (de hecho, recientemente se presentó a rendir descargos).

Como se lo dije en nuestra conversación telefónica, Toté es una persona que me cae bien, fundamentalmente por una razón: es auténtico. Con todas sus virtudes (que son muchas) y sus errores (que no son pocos), siempre es el mismo: va de frente, no se queda callado, pelea por lo que considera justo, defiende lo suyo. Y eso, en medio de un ambiente de hipócritas como el del golf, es algo digno de admirar. Pero, y eso también está claro, no es un angelito. Desde hace varios años es visitante frecuente del Tribunal Deportivo y debe haber motivos de peso, salvo que se trate de una infame persecución por parte de la Fedegolf. Y de él hablan mal muchos de sus colegas y, según directivos de torneos, algunos jugadores extranjeros que compartieron con él también manifestaron inconformidad su comportamiento.

Lo que no puede pasar inadvertido en este suceso es el rol protagonizado por cada uno de los actores. La Fedegolf, que debería ser la principal interesada en exterminar esta incómoda especie de los gamines, y que de hecho lo único que ha conseguido es exhibir su ineptitud, su incapacidad para enfrentar el problema y su complicidad, mostró el cobre en todo su esplendor. Desde hace años sanciona al jugador, lo cita a descargos, le niega su concurso en delegaciones al extranjero precisamente por su cuestionable comportamiento y luego es la que lo conmina a que tome acciones legales cuando se publica que su comportamiento no es el adecuado. País de cafres, doctor Darío Echandía, y eso que usted nunca conoció a los peores, los que hoy por hoy mandan en el golf colombiano. Con esa doble moral, esa mala leche, ese oportunismo que los caracteriza, intentaron pescar en río revuelto, pero pegaron shank.

Ojalá Toté pueda aprovechar las oportunidades que se le presentan.
A nadie que conozca a estos nefastos personajes debe extrañarle tal comportamiento. Son hienas, cobardes fieras al acecho, tras bambalinas, escondidas sin dar la cara, a la espera de que la presa les dé la oportunidad para atacarla. Y dispuestas a transformarse de acuerdo con las circunstancias, así eso signifique aliarse con un rival declarado, como en este caso con Álvaro José Arizabaleta. La muestra más clara de que el problema sí existe, de que los gamines no son verso, es el vergonzoso Código Disciplinario expedido por la Fedegolf para sancionar a los jugadores profesionales: está hecho para lidiar con gamines (consúltelo aquí: http://www.federacioncolombianadegolf.com/website/index.php/fedegolf-sp-2071920454/codigo-disciplinario). Por otro lado, si no hubiera gamines, con las reglas de etiqueta, que son muy detalladas, bastaría como ocurre en cualquier otro país. Pero estamos en Colombia, país de cafres y de gamines.

El gremio de los profesionales tampoco se quedó atrás. Algunos aprovecharon para cobrarle a Toté alguna incomodidad sufrida, o para dejar clara su antipatía, o simplemente para congraciarse con la cúpula corrupta de la Fedegolf. No hace mucho, en esta misma vitrina, se escribió que el golf profesional vive el peor momento de su historia y episodios como el de la semana anterior así lo confirman. Así como perro como perro, en el golf colombiano profe come  profe. Los odios se cocinan a fuego lento, a la espera de poder servirlos como platillo principal. Muchos saludan con sonrisa de oreja a oreja, pero tan pronto uno da la espalda cambian la mueca y empiezan a despotricar. Dan la palmadita en la espalda antes de propinar la puñalada. Hasta los mismos que critican a Toté se ‘solidarizaron’ con su causa, en una patética pantomima.

Una semana después del alboroto, y tras escuchar no solo a Toté sino a otros conocedores del tema, me quedan varias reflexiones. La primera, y la más importante, es que después de conocer la nota el único que actuó como golfista, como caballero, como gente decente, fue Álvaro José Arizabaleta. Agradezco su llamada y, especialmente, los términos de la misma. La segunda, muy preocupante: en esta misma tribuna se han expuesto otros problemas muy graves del golf colombiano, como el tumbe a los profesionales, como las irregularidades en la organización del minitour de cadis, como la farsa del Tour Profesional montado sobre los recursos que salen de los bolsillos de los propios jugadores; sin embargo, ninguno generó tal polémica, ni reacciones tan marcadas como este de los gamines, clara muestra de que la premisa fundamental de nuestro deporte es el qué dirán.

La tercera, que este problema se incrementará y profundizará, gracias a que a nadie le interesa solucionarlo. Algunos jugadores se creen con derecho a comportarse por fuera de las reglas, las del juego y las de la decencia. Los directivos han puesto de manifiesto, de una y mil formas, su ineptitud para siquiera controlarlo, especialmente porque la mayoría tiene rabo de paja: los jugadores no les creen, porque saben que en el campo (y muchas veces fuera de él) son unos gamines. Y, por último, la cuarta: celebro haber pisado un callo tan prominente, tan sensible, así  algunos se puedan incomodar. El que unos se molesten al sentirse aludidos no significa que lo escrito sea mentira. A Toté, al que le reitero mi respeto por ser auténtico y mi gratitud por su proceder decente, solo puedo decirle que aprenda de sus errores, como intentamos hacer los adultos, y continúe adelante. Cuenta con un inmenso talento, es joven e inteligente; ojalá pueda aprovechar las oportunidades que se le están presentando y, en especial, ojalá camine por el fairway de la vida, porque por el rough corre el riesgo de encontrarse de nuevo con las hienas y sus secuaces.

Hasta la próxima…

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