domingo, 21 de abril de 2013

También en el golf, por la plata baila el perro


La polémica jugada de Tiger Woods en el Masters de Augusta: una polémica que no termina.

 Un mensaje terriblemente equivocado para las nuevas generaciones de deportistas, en especial para quienes Tiger Woods es su ídolo, fue el que transmitieron las autoridades del Masters de Augusta. Una curiosa ironía, pues si de algo se precia el Augusta National Golf Club es de su respeto por las normas establecidas y por las tradiciones. Si fuera ciclismo, fútbol, levantamiento de pesas o atletismo, disciplinas deportivas que se han visto envueltas en sonados casos de corrupción o de graves infracciones a las reglas por parte de directivos o practicantes, quizás no será tan grave. Pero se trata de golf, y ahí radica el problema.

El hecho es ampliamente conocido por todos: durante la segunda ronda del reciente Masters de Augusta, en el hoyo 15, Woods tuvo muy mala suerte cuando su segundo tiro pegó en el asta de la bandera y rebotó hacia el agua. No tuvo más remedio que ‘dropear’ para pegar el cuarto tiro. El problema fue que lo hizo más atrás del lugar desde el cual pegó el tiro original, sin caer en cuenta de que ese error le podría acarrear la descalificación. Una equivocación que le puede ocurrir a cualquiera, aunque resultara extraño que fuera el propio número uno del mundo el protagonista de la escena.

Más insólita aún fue la resolución del conflicto: el viernes por la noche, Woods recibió una llamada de urgencia de su agente, que le comentó la irregularidad, y el sábado, cuando entró al club, lo abordaron las autoridades del torneo. Después de explicarle que había cometido una equivocación al ‘dropear’ desde un lugar incorrecto, le informaron que sería penalizado con dos golpes. El comité de Augusta, tras reunirse con Woods, que reconoció su error, pero dijo que había sido algo involuntario, decidió aplicar la decisión 33-7/4.5. Según esta norma, una vez firmada la tarjeta el jugador puede evitar la descalificación si se demuestra que no es posible establecer con seguridad que sabía que estaba quebrantando una regla.

La tarjeta de Roberto de Vicenzo en el Masters de Augusta de 1968.
Esta polémica decisión fue incorporada al golf luego de que el irlandés Padraig Harrington fue descalificado el año pasado en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos). Como se recuerda, el doble excampeón Major fue sacado del torneo después de que las autoridades del Tour Europeo y del torneo recibieron varias llamadas de aficionados, que detectaron la irregularidad a través de la transmisión por televisión. Ese hecho generó un gran malestar entre los jugadores y, para evitar nuevos episodios similares, se adoptó la norma que se estrenó de manera estelar con Tiger Woods como protagonista.

Cualquier persona que conozca las reglas de golf, las tradicionales, dirá que ‘el Tigre’ debió ser descalificado. ¿La razón? Firmó su tarjeta con un ‘score’ incorrecto, pues no incluyó la penalización por ‘dropear’ desde un lugar incorrecto. Es algo que no tiene discusión: no se habla de culpabilidad, mucho menos de intencionalidad. Simplemente, quebrantó una regla y eso en el golf se penaliza con la descalificación. No importa si fue el propio jugador el que denunció la irregularidad, o un compañero de juego el que le hizo caer en cuenta de la irregularidad, o si un aficionado gomoso lo delató después de observarlo por televisión.

Aparecen en la memoria los recuerdos del episodio que protagonizó Bobby Jones, el gestor del Masters de Augusta y el único golfista capaz de atesorar el ‘Grand Slam’, en el U.S. Open de 1925. Él mismo se aplicó dos golpes de penalidad porque, según aseguró, su bola se había movido cuando estaba listo para ejecutar un golpe. Nadie entre la muchedumbre que lo acompañaba, ni los periodistas ni las autoridades del torneo, ni siquiera su compañero de juego, se percató de la irregularidad. Jones, sin embargo, afirmó estar completamente convencido de que su pelota se movió y, como no conocía otra forma de jugar que apegado a las reglas del golf, se autosancionó. Al final, se sabe, perdió el torneo por un golpe y aquella anécdota quedó instalada en la historia para siempre.

Más familiar y cercano a los colombianos es el fallo protagonizado por el argentino Roberto de Vicenzo en el Masters de Augusta de 1968, que lo privó de enfundarse la famosa chaqueta verde. Salió el domingo con opciones de triunfo y las refrendó con una excelente tarjeta de 65 golpes, incluido un ‘birdie’ en el hoyo 17; esa anotación lo dejaba empatado en el primer puesto con Bob Goalby, con el que debería haber disputado un desempate. Al final, sin embargo, un despiste significó el peor y más doloroso error de su rica y exitosa trayectoria deportiva.

'¡Que tonto soy!', dijo De Vicenzo.
Tommy Aaron, que llevaba la tarjeta del argentino, anotó par, y no ‘birdie’, en el 17. Así, De Vicenzo quedaba en el segundo puesto, a un golpe de Goalby. En el momento de revisar y firmar su tarjeta, el argentino no se percató de la equivocación y con su rúbrica certificó la caprichosa jugarreta del destino. En aquel entonces, nadie tuvo dudas: el único responsable de aquella insólita equivocación era el propio De Vicenzo, dueño absoluto de su anotación, de acuerdo con las reglas de golf. “Qué tonto soy”, fue lo único que atinó a decir el desolado jugador argentino.

Volviendo al presente, la decisión de las autoridades del Masters de Augusta en relación con la irregularidad cometida por Woods provocó diversas reacciones. El español Sergio García fue de los pocos jugadores que se atrevieron a criticarla en voz alta: “Me parece una sanción de risa. Augusta tiene todo el crédito para tomar sus decisiones y ahí no me meto, pero sí puedo decir que si me hubiera ocurrido lo mismo a mí, es decir, si yo sé que he firmado una tarjeta de forma incorrecta, no soy capaz de salir a jugar la tercera ronda aunque me dijesen que podría hacerlo. Cada uno toma sus propias decisiones y debe vivir con ellas”. Y agregó: “Ya sabéis lo futbolero que soy, pero son dos deportes muy distintos. El fútbol es un deporte lleno de mentirosos en su relación con los árbitros y las reglas, pero el golf no es de tramposos”.

El otro que no desaprovechó la ocasión para echarle sal a la herida fue Steve Willims, excadi de Woods y, por aquellas ironías de la vida, el que le cargó la talega al australiano Adam Scott, el flamante campeón. “Solo puedo decir que hizo un ‘drop’ ilegal, firmó su tarjeta y después abandonó el campo. En circunstancias normales, debía haber sido descalificado, ya que las reglas de golf son claras”, afirmó el neozelandés. Luego matizó un poco: “Estoy seguro de que lo hizo sin ánimo alguno de sacar ventaja; simplemente, pensó que estaba haciendo el ‘drop’ en el lugar correcto, pero fue un error”.

Bobby Jones dio una lección en el U.S. Open de 1925
El único que sabe la verdad es el propio Tiger Woods, y él ya dio su versión. Pero más equivocado está aquel que crea que esta decisión fue adoptada teniendo en consideración únicamente el reglamento del golf. Justo en momentos en que ‘el Tigre’ volvió a los primeros planos, recuperó el número uno del mundo, se reconcilió con los aficionados, pagó sus culpas del pasado, reconstruyó su vida y se enamoró de la esquiadora Lindsey Vonn y volvió a convertirse en el gran talismán para el golf, habría que ser muy ilusos para pensar que en pleno Masters de Augusto lo iban a descalificar. El costo de una decisión de esa naturaleza podría haber sido demasiado elevado para el golf y para el propio PGA Tour, golpeados por la crisis económica de la última década.

Aunque muchos, especialmente en Colombia, tienen como única norma de vida (y de golf) el famoso ‘tapen, tapen’, lo cierto es que el episodio de Woods en el Masters fue un duro golpe para el golf. La decisión que se adoptó fue similar a cuando las autoridades del ciclismo certificaron los triunfos del estadounidense Lance Armstrong, y ya todos sabemos en qué terminó esa historia. Lo más sano para el golf, para el Masters y para el propio Woods hubiera sido la descalificación, pero quedó demostrado que también en el golf, como en tantos otros escenarios de la vida, por la plata baila el perro.

Hasta la próxima…

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