lunes, 13 de agosto de 2012

Rory McIlroy: el cachorrito hace otra travesura


Un gran trofeo para una gran victoria, para un gran campeón: Rory McIlroy.
Tiger Woods no es ahora la única piedra en el zapato del gran Jack Nicklaus. Tal y como lo habían pronosticado hace unos años los expertos europeos, un tal Rory McIlroy también le sigue las pisadas. Con tan solo 23 años, 3 meses y 8 días, este talentoso norirlandés recolectó su segundo ‘Major’, el del 94th PGA Championship, y de paso le arrebató al legendario ‘Oso Dorado’ una de las marcas que aún poseía: venció en el cuarto y último ‘Grande’ de la temporada con 8 golpes de ventaja (el récord estaba en 7 impactos). Hay una nueva estrella en el firmamento golfístico mundial.

La cuarta y última jornada del torneo, disputado en el temible Ocean Course del Kiawah Island Golf Resort, en Carolina del Sur, al borde del océano Atlántico, resultó muy diferente a lo que todos esperábamos. Contrario a lo ocurrido el viernes, el único día en que sopló la brisa característica de la región (esa vez, McIlroy firmó un 75), fue un domingo apacible, con un clima veraniego muy agradable para disfrutar y, sobre todo, perfecto para jugar al golf. Esta vez tampoco hubo colapso de uno de los líderes y el primer puesto del joven europeo jamás estuvo en entredicho a lo largo de lo 18 hoyos.

Al terminar la tercera ronda, en la mañana de este domingo (tras la suspensión por situación peligrosa en la tarde del sábado), McIlroy tenía una buena porción del trofeo en sus manos: atesoraba una ventaja de 4 impactos sobre su más cercano rival, el sueco Carl Pettersson. Tras la insólita penalización de dos golpes que sufrió el escandinavo en el primer hoyo, las distancias de súbito se alargaron. El único que logró asustar fue el inglés Ian Poulter, que había partido a 6 golpes y logró una increíble serie de cinco ‘birdies’ consecutivos en el arranque. Lo más cerca que pudo estar fue a 3, pero el ‘bogey’ en el hoyo 8, un temible par 3, marcó su destino.

Como si estuviera jugando una ronda de práctica el fin de semana con sus amigos, McIlroy dio un concierto de golf, de recursos, de cómo se embocan ‘putts’ decisivos y, sobre todo, de cuán fácil es ganar cuando se posee jerarquía. De la misma manera que en 2011 arrasó con sus rivales en el Congressional Country Club de Bethesda (Maryland) y se adueñó del trofeo del U.S. Open, este domingo se dio lo que los hípicos llaman un verdadero ‘paseo de salud’. Se mentiría al decir que fue una ronda perfecta, pues pegó varios tiros errados, aunque sí fue cierto que contó con todos los argumentos del campeón, incluida una buena dosis de suerte. Cuando se equivocó, siempre supo sortear la situación y, ya en el ‘green’, la metió desde cualquier lado, desde cualquier distancia.

La emocionada celebración de McIlroy y su padre.
Así como el sastre domina el arte de la costura y es capaz de recomponer una prenda dañada hasta dejarla como nueva, casi para estrenar, así Rory McIlroy fue tejiendo su prodigiosa victoria este domingo en Kiawah Island. Varias veces estuvo en aprietos, en ocasiones porque su golpe de salida lo dejó comprometido o porque sus tiros de aproximación no acertaron los ‘greenes’, pero el norirlandés siempre supo remendar. Como un experimentado costurero, con gran habilidad y pasmosa tranquilidad se recuperó una y otra vez, al punto que pudo entregar una fantástica tarjeta de 66 impactos (-6), sin ‘bogeys’.

En todas las ocasiones que estuvo amenazado, el siguiente tiro de McIlroy fue el acertado, en especial en su ataque a los ‘greenes’, o alrededor de esta superficie. El de esto domingo fue un verdadero recital de ‘chip’ y ‘putt’, y no porque la dejara dada. Como si fueran planos, como si conociera a la perfección todos sus secretos, el norirlandés les ganó por mucho la batalla a los ‘greenes’, cuyos hoyos parecían del tamaño de una alcantarilla cuando era su turno para ‘potear’. Mientras a Tiger Woods y Poulter, entre otros, los hoyos se les cerraban, para McIlroy no había dificultad alguna. El último, de hecho, un ‘putt’ de 25 pies, fue clara muestra de su precisión, y no solo porque entró por el centro del hoyo. Lo fue, especialmente, por la seguridad con que golpeó, porque iba con la firmeza necesaria, porque nunca hubo duda alguna de que pudiera fallar.

Alguien podría pensar que fue una falta de cortesía con sus rivales embocar antes de que ellos terminaran su juego, para evitar una celebración con sus compañeros de grupo todavía en acción. Fue, sin embargo, una combinación de sencillez, de juvenil inocencia y de genialidad: pegó primero porque era el que más lejos estaba, porque era su turno, y lo hizo casi a sabiendas de que no iba a meterla y, por eso, no incomodaría a Pettersson y Bo Van Pelt, que habían sido testigos de privilegio de su concierto de 18 hoyos. Pero, con esa dosis de magia que desplegó a lo largo de todo el recorrido, embocó como si estuviera practicando en el patio de su casa y no ad portas de sumar la segunda corona ‘Major’ de su trayectoria.

Atrás quedó el colapso que sufrió en el Masters de Augusta del año pasado, cuando arrancó el domingo como líder y firmó un inesperado 80 (+8) que lo mandó al puesto 15, a 10 impactos del surafricano Charl Schwartzel, que aprovechó la circunstancia para calzarse la famosa Chaqueta Verde. Tal y como lo hiciera Tiger Woods a finales de los años 90, Rory McIlroy empezó a enriquecer una historia que, quién sabe, podría garantizarle un lugar en los libros de historia y récords del golf mundial, al lado no solo de ‘el Tigre’, sino también de Jack Nicklaus.

Tiger Woods, una vez más, se quedó corto el domingo.
Por lo pronto, con la victoria de este domingo no solo logró arrebatarle a Nicklaus la marca de victoria por más amplio margen en el PGA Championship, sino que también superó a Woods al conseguir su segundo ‘Major’ cuatro meses y ocho días más joven que el estadounidense. Tras ganar el Masters de Augusta de 1997 a los 21 años, 3 meses y 14 días, Woods alzó su segunda corona ‘Grande’ en el PGA Championship de 1999, a los 23 años, 7 meses y 15 días. De la era moderna, los únicos que aventajan a McIlroy en este rubro son el fallecido Severiano Ballesteros, cuya segunda celebración se dio a los 23 años y 4 días, en el Masters de 1980, y Nicklaus, que contaba 23 años, 2 meses y 17 días cuando se puso su primera Chaqueta Verde, en el Masters de 1963.

De paso, se unió a un selecto grupo, ahora de 12 miembros, integrado por aquellos jugadores que consiguieron ganar ‘Majors’ en temporadas consecutivas. Una especie de Olimpo en el que figuran Peter Thomson, Arnold Palmer, Gary Player, Nicklaus, Lee Trevino, Tom Watson, Ballesteros, Curtis Strange, Nick Faldo, Woods, Phil Mickelson y Padraig Harrington. Por otro lado, entre los golfistas menores de 30 años, el único que lo supera en número de victorias en el PGA Tour es Dustin Johnson, que acumula 6 trofeos; la de este domingo fue la cuarta celebración del norirlandés, que ya había ganado el Quail Hollow Championship (2010), el U.S. Open (2011) y el Honda Classic (2012). Y, para rematar, es apenas el tercer jugador del Reino Unido, junto con Faldo y Sandy Lyle, con victorias múltiples en los ‘Majors’, desde 1972.

Cayó el telón de los torneos del ‘Grand Slam’ en 2012 y, por cuarta temporada consecutiva, Tiger Woods se quedó con las manos vacías. Una vez más, como ya había ocurrido en el Masters, el U.S. Open y el British Open, mató el tigre y se asustó con el cuero. Amenazó y después no pudo concretar su ataque, pues las tarjetas del fin de semana se lo impidieron. Esta vez fue undécimo, en suelo británico había terminado de tercero, fue 21 en el U.S. Open y en el templo del estado de Georgia finalizó de 40. Una buena temporada regular, con tres triunfos, que no pudo adornar con algún ‘Major’. Le quedan, sin embargo, los ‘playoffs’ de la FedEx Cup para confirmar que ‘el Tigre’ está de regreso, aunque para que a nadie le queden dudas está obligado a ganar uno de los ‘Grandes’. Por lo pronto, en esta selva del PGA Tour hay un nuevo cachorrito haciendo travesuras: Rory McIlroy.

Hasta la próxima…

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