jueves, 30 de agosto de 2012

Que los ases recobren su fuego dorado


Esta es la imagen que el aficionado sueña para el lunes: Tiger Woods ganador.

Tras un arranque a media marcha, debido a que los grandes favoritos se mantuvieron en puestos intermedios, los ‘playoffs’ de la FedEx Cup esperan subir la temperatura este fin de semana cuando se cumpla el Deutsche Bank Championship, la segunda de las cuatro citas previstas en esta instancia de la temporada. El TPC Boston (par 71 de 7.216 yardas), en Norton (Massachusetts) está listo para recibir a los 100 mejores jugadores de 2012 hasta el lunes festivo (en Estados Unidos el primer lunes de septiembre se celebra el Labor Day, o Día del Trabajo), a la espera de que el ansiado duelo Tiger Woods-Rory McIlroy se dé ‘con todos los juguetes’.

El estadounidense Webb Simpson defenderá la corona conquistada el año anterior, en un final inesperado en el que debió disputar un desempate para adjudicarse el título en detrimento de Chez Reavie. Otro joven, el australiano Jason Day, que había comenzado la última ronda en lo más alto de la tabla de posiciones, terminó en la tercera casilla, a dos golpes del ganador. En 2010, el vencedor fue Charley Hoffman, otro jugador menor de 30 años, marcando una tendencia que no es solo exclusiva del Deutsche Bank Championship, sino que se adueñó del PGA Tour.

Porque, está claro, no es solo McIlroy, líder natural de esta nueva generación en virtud de sus dos coronas ‘Major’, sino que hay una amplia camada que, poco a poco, contra todos los pronósticos y aún en medio de la incredulidad, no solo se han ganado un lugar en la selva que hasta no hace mucho era dominio absoluto de ‘el Tigre’, sino que no está satisfecha con lo conseguido y va por más. Este año, de hecho, cinco de los seis jugadores que estrenaron su palmarés en el PGA Tour pertenecen a ese grupo: Kyle Stanley (Waste Management Phoenix Open), John Huh (Mayakoba Golf Classic), Rickie Fowler (Wells Fargo Championship), Marc Leishman (Travelers Championship) y Ted Potter Jr. (The Greenbrier Classic).

Cuando se creó esta instancia de los ‘playoffs’ de la FedEx Cup, hace ya un lustro, Tim Finchem, comisionado del PGA Tour, dijo con orgullo a los periodistas que se había logrado un acuerdo para contar con los mejores jugadores del mundo en este período del año, cuando en otras épocas todos ellos estaban en sus casas disfrutando del descanso al lado de sus familias y pensando ya en la siguiente temporada. Es cierto, están presentes en estos torneos, pero a veces, como ocurrió la semana anterior en el The Barclays, no aparecen y, entonces, da la sensación de que estuvieran ausentes. Y eso, claro, lo resiente el aficionado, que reconoce el mérito de todo aquel que llega al círculo de los ganadores, pero que de manera egoísta quiere ver ahí a sus ídolos.

Phil Mickelson hace rato está 'desaparecido'.
Es una circunstancia que siempre se ha dado, que de cuando en cuando se daba en los ‘Majors’, pero que en las últimas temporadas se fue creciendo y ahora, distinto a lo que ocurría antes, ya no hay números puestos en los torneos más importantes del calendario. No hace mucho, cada vez que llegaban los ‘Majors’ o las citas de los World Golf Championships, uno ‘sabía’ quién podía (o iba) a ser el ganador. Eso es algo que, sin duda, le gusta al aficionado, y no solo en el golf. En el tenis, por ejemplo, todos sueñan con finales entre Roger Federer y Rafael Nadal, con Novak Djokovic como alternante. Ni siquiera cuando Andy Murray aparece en las tribunas hay la misma emoción.

En ocasiones, el mismo aficionado suelta una queja: “qué aburrido, siempre ganan los mismos”. Pero, cuando el triunfo es para otros, de esos que casi nunca figuran, entonces surge otro lamento: “es que si los mejores no están peleando el título, resulta aburrido”. Eso se refleja dramáticamente en los niveles de audiencia de las transmisiones de televisión: cuando Tiger Woods está en la cabeza o camino de una nueva celebración, el odiado ‘rating’ se dispara. Y la gente no se aburre de ver duelos épicos entre Federer, Nadal y Djokovic, así también experimente algo de lástima por los otros competidores como Murray, Jo-Wilfred Tsonga y compañía, de enorme talento, gran esfuerzo y pocos réditos.

Esta contradictoria situación ocurre porque el deporte tiene incorporado un elemento que es indescriptible: la pasión. Es como el amor en una relación, que no aguanta análisis, que no soporta explicaciones; simplemente se da, es, y punto. El corazón del aficionado al deporte es inmenso, pero también es selectivo. Allí hay mucho amor para brindar, pero no alcanza para todos; entonces, se concentra en unos pocos, a veces de manera caprichosa en un único personaje. De ahí es que nacen los ídolos, que son una minoría, una élite. Por el resto hay admiración y respeto, pero la idolatría está reservada para unos pocos.

Lo sucedido el pasado domingo, en la ronda final del The Barclays, es un claro ejemplo. Con Woods y McIlroy perdidos en el campo, con Ernie Els otra vez enredado en posiciones intermedias, con Phil Mickelson naufragando en la irregularidad de su juego, con Bubba Watson adormecido, los protagonistas de los momentos cruciales fueron Nick Watney y el español Sergio García. El estadounidense logró su quinta victoria en el PGA Tour, algo muy meritorio que confirma que, sin duda, es un gran jugador. Sin embargo, sus triunfos no logran transmitirle al aficionado la misma emoción que, por ejemplo, los conquistados por Watson, para no irnos al extremo de Woods y Mickelson, que se dividen la adoración en Estados Unidos y el resto del mundo.

La gente espera que Rory McIlroy exija lo mejor de los grandes.
Entonces, el lunes se hablaba más del nuevo colapso de García, que tuvo una última ronda para olvidar, con cuatro ‘bogeys’ y apenas un ‘birdie’, que de lo obtenido por Watney, que estuvo bastante mejor (seis ‘birdies’ y cuatro ‘bogeys’), aunque lejos de la brillantez que le gusta al aficionado. Y cuando después de un torneo como este se habla más de lo malo que de lo bueno, entonces, algo anda por el camino equivocado. Claro, hay tragedias deportivas que ameritan una nueva mirada el día después, como aquel inolvidable episodio del francés Jean van de Velde en el British Open de 1999, en Carnoustie (Escocia). Pero, el del domingo no fue un colapso épico y si se terminó hablando de él fue, sencillamente, porque a la definición del torneo le faltó el brillo que el aficionado esperaba.

Un brillo que, obviamente, la gente les reclama a sus ídolos y anhela disfrutar no solo en la ronda final, sino a lo largo de los 72 hoyos. Los expertos del PGA Tour candidatizan para este Deutsche Bank Championship a Woods, Dustin Johnson, Watson, Luke Donald, Jason Dufner, Brandt Snedeker, Simpson, Louis Oousthuizen, Bo Van Pelt, McIlroy y Steve Stricker. En plan de sorpresas se habla de John Senden, Pat Perez, Sean O’Hair, Chris Kirk y Brendon de Jonge. Si nos atenemos a la tendencia marcada en los últimos tiempos, el jugador que va a levantar el trofeo el próximo lunes saldría de este último quinteto, así en el corazón de los aficionados anhele llegar hasta el límite de la taquicardia con una nueva y épica batalla entre los ídolos.

El camino que se recorrerá en este Deutsche Bank Championship no solo es en procura de los mejores 70 jugadores de la FedEx Cup, los mismos que la próxima semana disputarán los honores del BMW Championship que en 2008 consagró al colombiano Camilo Villegas. Lo es también, y de manera muy especial, en busca de que los mejores del mundo, encabezados por Tiger Woods, recuperen el protagonismo que hace rato les cedieron a los jóvenes. Para que esta instancia de los ‘playoffs’ cumpla con el cometido para la cual fue creada, inspirada en la fase de postemporada de disciplinas como béisbol, baloncesto y hockey sobre hielo, y los grandes del mundo nos brinden un concierto de golf que nos dé tema para hablar no solo al día siguiente, sino por el resto del año.

Hasta la próxima…

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