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Este es el logo por el que la directiva de la Fedegolf está, literalmente, dispuesta a todo. |
La muy bien
diseñada campaña de la junta directiva de la Federación Colombiana de Golf para
cercenar los sueños de los jugadores locales de participar en el mal llamado
Abierto de Colombia avanza a paso firme. Esta semana, a través de la resolución
No. 1449, que reglamenta el Torneo Selectivo PGA Tour Latinoamérica, se
escribió un nuevo capítulo de esta patética historia. Una vez más, quedan al
descubierto la hipocresía del “apoyo y estímulo a los profesionales” y, peor
aún, la de “entidad sin ánimo de lucro” que le impone la ley.
El bendito
torneo fue programado para los días 14, 15 y 16 del venidero mes de agosto, en
el campo del club El Rincón de Cajicá, el mismo que del 20 al 23 de septiembre
acogerá el que otrora fue la máxima fiesta del golf en el país y ahora no es
más que uno de los ejemplos vivos del despojo a los golfistas profesionales. Se
prometen (no sabemos si, fiel a su tradición, se va a cumplir) tres cupos para
el PGA Tour Latinoamérica, que no es más que una nueva versión del extinto Tour
de las Américas con maquillaje más
costoso, de marca fina.
El
documento convoca a los jugadores profesionales de todas las categorías
reglamentadas (profesionales, condicionales, senior e instructores), los mismos
que sí cumplieron con los requisitos exigidos y pagaron el derecho establecido,
pero que no reciben los beneficios prometidos, para que participen en el
certamen. La trampa, o el ‘orangután’ de turno, que siempre está incluida en
esas reglamentaciones emanadas de la Fedegolf y dirigidas al gremio profesional,
está incluida en el ítem III. Inscripciones. Aquellos que tomen la decisión de
participar en el certamen deberán pagar ¡¡¡un
millón de pesos!!!, cifra que, se aclara tajantemente, “pertenece, en su
totalidad, a la Fedegolf”.
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Andrés Echavarría, uno de los colombianos clasificados al nuevo circuito. |
Otra vez
(¿y cuántas van?), la directiva de la entidad les mete la mano en el bolsillo a
los jugadores profesionales (en este caso, también pueden jugar aficionados) a
cambio de poco, muy poco. No solo les cobran por un carné que nada les
representa, porque los beneficios prometidos no se cumplen; no solo les
descuenta injustificadamente un 10 por ciento de los premios que perciben en
los torneos organizados por los clubes (nadie sabe para quién trabaja); no solo
les cobra a los clubes el 10 por ciento del monto de las bolsas que reúnen
para sus abiertos; no solo les cierran las puertas del mal llamado Abierto de
Colombia y del Máster Profesional, a pesar de que de manera legítima y legal
tienen adquirido el derecho, sino que ahora, además, fijan las inscripciones en
una suma inédita para el país y la región.
El Tour de
las Américas, que no era un dechado de virtudes, para este tipo de torneos
cobraba una inscripción de 500 dólares (887.900 pesos al cambio del día), una suma
muy similar a la establecida por la Fedegolf. La gran diferencia, la enorme
diferencia, es que el extinto circuito sí les brindaba algún beneficio a
cambio: les otorgaba alojamiento y alimentación durante los días de
competencia. La Fedegolf, por su parte, engrosará sus cuentas corrientes a la
espera de presentarles a los presidentes de los clubes un balance administrativo
‘favorable’, contraviniendo la ley que la obliga a revertir sus ingresos en
beneficios de todos (léase bien, todos) los afiliados, incluidos los jugadores
profesionales, especialmente aquellos que no son hijos de socios de los clubes
privados.
Una tarifa
de inscripción tan desproporcionada e injustificada como esa no es más que un cedazo,
un filtro, destinado a garantizar la participación únicamente de aquellos
jugadores que son del agrado de la junta directiva. En otras palabras, que no
se les vaya a colar alguno de los que, sin haber tenido la suerte de completar
el bachillerato o cursar estudios superiores en una universidad en el
extranjero, han dedicado su vida a darle gloria deportiva al país con sus
triunfos, y lo han hecho bien. Es una política hipócrita que viene desde hace
varios años, que en el seno de la junta directiva de la Fedegolf tiene a sus
defensores y, en persona de un empleado nefasto, a su gestor y cabeza visible. Como
para que no queden dudas al respecto, la Nota 1 del ítem III. Inscripciones
aclara la intención de la entidad: “el club y la Fedegolf se reservan el
derecho de admisión de los participantes”. Más claro no canta el gallo…
Alrededor
de esta irregular situación, que es de dominio público, hay varios aspectos que
llaman la atención: la complicidad del gremio de los jugadores profesionales,
que hablan duro en privado y guardan silencio acólito en público. Son los
únicos perjudicados, pero no se atreven a reclamar por sus derechos, a pesar de
que saben que la ley está a su favor, que los derechos adquiridos están
escritos. Es la eterna historia de este país: el ‘vivo’ vive del bobo, un rol
que a los profesionales les ha encajado como anillo al dedo. Con resignación,
unos criticarán en voz baja y se harán al margen, mientras otros le harán una
generosa donación de un millón de pesos a la Fedegolf a cambio de poco, muy
poco.
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El Country Club organiza el único torneo del PGA Tour en el país. |
Los
presidentes de los clubes, que en teoría son los representantes de los
golfistas afiliados a la Fedegolf, incluidos, por supuesto, los profesionales,
también parecen estar felices con su papel de idiotas útiles. Reciben dádivas
de la entidad, disfrazadas de auxilios, de manera que comprometen sus votos
para las asambleas a las que llegan con la expresa tarea de pedir aplausos para
la directiva y gestionar mociones de felicitación. Pero, aparecen a años luz de
su verdadera labor, que no es otra que velar por los intereses de los únicos
que son la esencia de la actividad: los jugadores, aficionados o profesionales.
Son dóciles borreguitos, domesticados a punta de humillaciones y premios. No
dicen nada, no saben nada, lo permiten todo, acolitan todo, en fin.
Por otro
lado están los medios de comunicación y las entidades estatales como
Coldeportes, que también se hacen los de la vista gorda. Nada que ver con esa
tarea de fiscalizadores que les compete y, más bien, adoptan una conveniente
actitud de “eso no es conmigo”. Por eso, porque los otros ‘actores del
conflicto’ se la sirven en bandeja de plata, la Fedegolf continúa haciendo lo
que le da la gana, pisoteando los derechos de sus afiliados, concretando el
despojo al gremio de los profesionales. Todo en virtud de un torneo con un logo
(el del PGA Tour), porque en esta caso el fin sí justifica los medios, así no
sean correctos ni honestos.
Hasta la
próxima…
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