viernes, 20 de julio de 2012

La invitación del millón de pesos


Este es el logo por el que la directiva de la Fedegolf está, literalmente, dispuesta a todo.
La muy bien diseñada campaña de la junta directiva de la Federación Colombiana de Golf para cercenar los sueños de los jugadores locales de participar en el mal llamado Abierto de Colombia avanza a paso firme. Esta semana, a través de la resolución No. 1449, que reglamenta el Torneo Selectivo PGA Tour Latinoamérica, se escribió un nuevo capítulo de esta patética historia. Una vez más, quedan al descubierto la hipocresía del “apoyo y estímulo a los profesionales” y, peor aún, la de “entidad sin ánimo de lucro” que le impone la ley.

El bendito torneo fue programado para los días 14, 15 y 16 del venidero mes de agosto, en el campo del club El Rincón de Cajicá, el mismo que del 20 al 23 de septiembre acogerá el que otrora fue la máxima fiesta del golf en el país y ahora no es más que uno de los ejemplos vivos del despojo a los golfistas profesionales. Se prometen (no sabemos si, fiel a su tradición, se va a cumplir) tres cupos para el PGA Tour Latinoamérica, que no es más que una nueva versión del extinto Tour de las Américas con  maquillaje más costoso, de marca fina.

El documento convoca a los jugadores profesionales de todas las categorías reglamentadas (profesionales, condicionales, senior e instructores), los mismos que sí cumplieron con los requisitos exigidos y pagaron el derecho establecido, pero que no reciben los beneficios prometidos, para que participen en el certamen. La trampa, o el ‘orangután’ de turno, que siempre está incluida en esas reglamentaciones emanadas de la Fedegolf y dirigidas al gremio profesional, está incluida en el ítem III. Inscripciones. Aquellos que tomen la decisión de participar en el certamen deberán pagar ¡¡¡un millón de pesos!!!, cifra que, se aclara tajantemente, “pertenece, en su totalidad, a la Fedegolf”.

Andrés Echavarría, uno de los colombianos clasificados al nuevo circuito.
Otra vez (¿y cuántas van?), la directiva de la entidad les mete la mano en el bolsillo a los jugadores profesionales (en este caso, también pueden jugar aficionados) a cambio de poco, muy poco. No solo les cobran por un carné que nada les representa, porque los beneficios prometidos no se cumplen; no solo les descuenta injustificadamente un 10 por ciento de los premios que perciben en los torneos organizados por los clubes (nadie sabe para quién trabaja); no solo les cobra a los clubes el 10 por ciento del monto de las bolsas que reúnen para sus abiertos; no solo les cierran las puertas del mal llamado Abierto de Colombia y del Máster Profesional, a pesar de que de manera legítima y legal tienen adquirido el derecho, sino que ahora, además, fijan las inscripciones en una suma inédita para el país y la región.

El Tour de las Américas, que no era un dechado de virtudes, para este tipo de torneos cobraba una inscripción de 500 dólares (887.900 pesos al cambio del día), una suma muy similar a la establecida por la Fedegolf. La gran diferencia, la enorme diferencia, es que el extinto circuito sí les brindaba algún beneficio a cambio: les otorgaba alojamiento y alimentación durante los días de competencia. La Fedegolf, por su parte, engrosará sus cuentas corrientes a la espera de presentarles a los presidentes de los clubes un balance administrativo ‘favorable’, contraviniendo la ley que la obliga a revertir sus ingresos en beneficios de todos (léase bien, todos) los afiliados, incluidos los jugadores profesionales, especialmente aquellos que no son hijos de socios de los clubes privados.

Una tarifa de inscripción tan desproporcionada e injustificada como esa no es más que un cedazo, un filtro, destinado a garantizar la participación únicamente de aquellos jugadores que son del agrado de la junta directiva. En otras palabras, que no se les vaya a colar alguno de los que, sin haber tenido la suerte de completar el bachillerato o cursar estudios superiores en una universidad en el extranjero, han dedicado su vida a darle gloria deportiva al país con sus triunfos, y lo han hecho bien. Es una política hipócrita que viene desde hace varios años, que en el seno de la junta directiva de la Fedegolf tiene a sus defensores y, en persona de un empleado nefasto, a su gestor y cabeza visible. Como para que no queden dudas al respecto, la Nota 1 del ítem III. Inscripciones aclara la intención de la entidad: “el club y la Fedegolf se reservan el derecho de admisión de los participantes”. Más claro no canta el gallo…

Alrededor de esta irregular situación, que es de dominio público, hay varios aspectos que llaman la atención: la complicidad del gremio de los jugadores profesionales, que hablan duro en privado y guardan silencio acólito en público. Son los únicos perjudicados, pero no se atreven a reclamar por sus derechos, a pesar de que saben que la ley está a su favor, que los derechos adquiridos están escritos. Es la eterna historia de este país: el ‘vivo’ vive del bobo, un rol que a los profesionales les ha encajado como anillo al dedo. Con resignación, unos criticarán en voz baja y se harán al margen, mientras otros le harán una generosa donación de un millón de pesos a la Fedegolf a cambio de poco, muy poco.

El Country Club organiza el único torneo del PGA Tour en el país.
Los presidentes de los clubes, que en teoría son los representantes de los golfistas afiliados a la Fedegolf, incluidos, por supuesto, los profesionales, también parecen estar felices con su papel de idiotas útiles. Reciben dádivas de la entidad, disfrazadas de auxilios, de manera que comprometen sus votos para las asambleas a las que llegan con la expresa tarea de pedir aplausos para la directiva y gestionar mociones de felicitación. Pero, aparecen a años luz de su verdadera labor, que no es otra que velar por los intereses de los únicos que son la esencia de la actividad: los jugadores, aficionados o profesionales. Son dóciles borreguitos, domesticados a punta de humillaciones y premios. No dicen nada, no saben nada, lo permiten todo, acolitan todo, en fin.

Por otro lado están los medios de comunicación y las entidades estatales como Coldeportes, que también se hacen los de la vista gorda. Nada que ver con esa tarea de fiscalizadores que les compete y, más bien, adoptan una conveniente actitud de “eso no es conmigo”. Por eso, porque los otros ‘actores del conflicto’ se la sirven en bandeja de plata, la Fedegolf continúa haciendo lo que le da la gana, pisoteando los derechos de sus afiliados, concretando el despojo al gremio de los profesionales. Todo en virtud de un torneo con un logo (el del PGA Tour), porque en esta caso el fin sí justifica los medios, así no sean correctos ni honestos.

Hasta la próxima…

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