jueves, 14 de junio de 2012

¿Qué pasó con nuestra temporada alta?


El Abierto del club Militar será extrañado en este 2012, pues no habrá profesionales.
Hubo una época, y no muy lejana, en la que el golf colombiano vivía una verdadera temporada alta, llena de emociones, durante el período de vacaciones de mitad de año. Desde la tercera semana de mayo y durante los meses de junio y julio, eran entre ocho y diez semanas con actividad a full y, en especial, con un ingrediente que poco a poco se perdió: la mayoría de las citas eran abiertos.

Cartagena, Manizales, Barranquilla (Lagos de Caujaral), Ibagué, Neiva (estas ciudades se alternan), Armenia, Pereira, Medellín (El Rodeo y CC Medellín), Bogotá (Club Militar) y Bucaramanga (Ruitoque y CC Bucaramanga) eran las paradas de la gira que hacía las delicias de jugadores y aficionados. Entreverado entre todos ellos, además, aparecía el Abierto de Colombia, el certamen más importante de cuantos organiza la Federación Colombiana de Golf, que ofrecía el atractivo de la participación de varios de los jóvenes que acababan de terminar la temporada del golf universitario estadounidense.

No era un fenómeno reciente, pues casi siempre fue así a través de la historia. Los clubes de la provincia, con sus siempre agradables campos y, sobre todo, las increíbles atenciones a los visitantes, marcaron una tradición. Más allá de los títulos que podían sumarse al palmarés, los mejores jugadores del país procuraban no perderse esa intensa gira, pues no solo había una competencia de alto nivel deportivo, sino que también se la pasaba muy bien. Hoy, sin embargo, la situación es bien diferente y esa temporada alta tiene pocos o ningún atractivo, en especial por la ausencia de las principales figuras del medio: los profesionales y los más reconocidos ‘scratch’.

Este año, en mayo no hubo torneos organizados por los clubes y para junio y julio solo están asegurados tres abiertos: Manizales (lo ganó Ángel Romero, el pasado lunes festivo), Ibagué (se juega esta semana) y Medellín (en el Campestre). También están programados torneos para aficionados en Cartagena (ya se cumplió), Armenia, Pereira, Bucaramanga (en el Campestre) y Bogotá (en el Militar). En resumen: de seis o siete abiertos que se disputaban tradicionalmente se pasó a la mitad. Y, para colmo, el Abierto de Colombia, fiel a la característica improvisación de la Fedegolf, cambió de fecha.

El British Open siempre se cumple en la tercera semana de julio.
Aunque la tendencia se venía pronunciando desde hace un lustro, se profundizó en 2010 y 2011 por razones exógenas: el crudo y prolongado invierno que azotó al país y que en los campos de golf se cobró víctimas inocentes y silenciosas. Este año, sin embargo, esa no es, no puede ser la excusa. Las lluvias fueron menos intensas y, gracias a las obras emprendidas recientemente, prácticamente todos los clubes del país le ganaron en esta oportunidad la batalla a la fuerza de la naturaleza. Pero, pese a eso, el plato golfístico de mitad de año perdió el principal de sus condimentos: el espectáculo de los profesionales.

Si bien lo más fácil sería culpar a los clubes por su falta de gestión para conseguir patrocinios, a veces combinada con falta de interés para hacerlo, y a la Fedegolf por su nulo liderazgo para promover el desarrollo de la actividad, aquí los culpables son todos, incluidos los jugadores profesionales y algunos de los aficionados. Porque no debe olvidarse que esta tendencia comenzó a darse cuando los organizadores de los torneos se cansaron de las constantes críticas de los participantes, en especial en lo relacionado con el monto de las bolsas, la preparación de los campos y aspectos técnicos como la ubicación de las banderas en los ‘greenes’.

Cuando los comités de los clubes trabajaron y se esforzaron por realizar abiertos, la retroalimentación que recibieron no fue la esperada. Y eso cansa. Los profesionales, que antes iban sin dilación a disputarse bolsas de 25 y 30 millones, empezaron a exigir premios de 50 y más millones. Y en este país, en algunas ciudades pequeñas e intermedias, no es fácil conseguir ese objetivo. Además, los torneos se llenaron de maleducados jovencitos amateurs que se lucían más fuera de los campos de juego con desórdenes y rabietas (muchas veces al tenor de unos buenos traguitos) y provocaron un daño irreparable: con tanta guachada, espantaron a aquellos que iban a competir y a divertirse sanamente, y nunca se encontró el antídoto adecuado.

Para colmo, las fechas de los torneos, que eran la base de la tradición, fueron cambiando al capricho de una comisión técnica obtusa e ignorante, dedicada exclusivamente a la politiquería barata a través de la adjudicación de las mismas. Entonces, salvo contadas excepciones, es prácticamente imposible saber qué torneo se jugaba en determinada semana, como antaño. Es algo que está inventado por los que de verdad saben, y funciona: el Masters de Augusta siempre se realiza en el segundo fin de semana de abril y el British Open, en el tercero de julio. El U.S. Open siempre es en junio y el PGA Championship, en agosto. Lo mismo ocurre con el calendario de la USGA. Aquí, sin embargo, es más fácil acertar la combinación del Baloto que adivinar la programación de torneos, que además se modifica arbitrariamente a lo largo de la temporada.

Con gran esfuerzo, Ibagué mantiene su abierto.
Los organizadores de los torneos, así mismo, aportaron su cuota. La peor de sus decisiones fue sacrificar a los jugadores de hándicap altos (la gran mayoría de los practicantes) para llenar los ‘fields’ con otros que acreditaban ventajas bajas, pero que ostentaban ‘scores’ bien elevados (las estadísticas están a la vista de todos). Así, en poco tiempo, se pasó de certámenes en los que era imposible conseguir un cupo a los de ahora, en los que los clubes tienen que rogarles a los golfistas para que se inscriban. En pocas palabras, mataron la gallina de los huevos de oro. Para colmo, las grandes atenciones de antaño y los atractivos suvenires fueron reemplazados por otros baratos o, sencillamente, desaparecieron. Eso sí, las inscripciones son cada vez más costosas.

Y otro ingrediente que contribuyó, y no solo en esta temporada, sino a lo largo del año, fue el capricho de los promotores de los torneos de ridiculizar a los golfistas. Copiando el ejemplo de la Fedegolf, los torneos de los clubes poco a poco se convirtieron en concursos de ‘putt’. Para ganar no era necesario jugar bien a lo largo del campo, sino embocar, pues los ‘greenes’ estaban premeditadamente preparados para distorsionar el resultado. Con banderas ubicadas en lugares absurdos, sin el menor conocimiento o criterio técnico, lo único que se consiguió fue agotar la paciencia de los jugadores, en especial los venidos del exterior, que se cansaron de sentirse como payasos de circo.

Hoy, producto de ese coctel, es difícil ver ‘fields’ completos, se perdieron abiertos de gran historia y tradición como los de Armenia y Pereira y el Abierto de Colombia fue hipotecado por un logo (el del PGA Tour), y para colmo quedó vetado para los jugadores nacionales. Irónicamente, cuando hay más personas que practican el golf, cuando hay más clubes que abren sus puertas a los jugadores, cuando hay más jugadores en el exterior en circuitos profesionales; cuando hay figuras como Camilo Villegas, Camilo Benedetti o Mariajo Uribe, cuando Colombia es sede de torneos del Nationwide Tour y el Challenge Tour Europeo y hay patrocinadores de gran calibre como Pacific Rubiales, Samsung o Helm Bank, nuestra temporada alta carece de interés.

Es triste acudir a los campos de práctica públicos o los clubes privados y dialogar con los jugadores para comprobar que perdieron el interés en participar en esta fase de la temporada. La mayoría prefiere dedicárselos a la familia, irse de viaje, y otros buscan destinos diferentes, como Estados Unidos, donde no solo a veces se ahorra costos, sino que también se garantiza la diversión. No será fácil volver a vivir las emociones de épocas no muy lejanas, que durante mucho tiempo fueron orgullo del golf colombiano y soporte del crecimiento de la afición. ¿Y la Fedegolf? Bien, gracias…

Hasta la próxima…

No hay comentarios:

Publicar un comentario