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El nuevo Jason Dufner, el ganador (imagen tomada de PGA.com) |
Hasta el
pasado 29 de abril, la vida de Jason Dufner podría tildarse de aburrida. A los
35 años, era un hombre soltero que competía en el PGA Tour, ámbito en el que se
había ganado fama de perder el libreto justo en los momentos en que más lo
necesitaba: cuando le coqueteaba a la victoria. Ese día, sin embargo, las
frustraciones acumuladas en sus anteriores 163 participaciones en el circuito
quedaron en el pasado, porque se proclamó campeón del Zurich Classic of New
Orleans.
Prototipo
perfecto del hombre de bajo perfil, este jugador nacido en Cleveland (Ohio) y
graduado de economía en Auburn University en 2000, durante muchos años vivió
en el ostracismo del PGA Tour. Acreditaba tres segundos puestos y dos terceros,
pero el aficionado común lo tenía tildado como uno más de esos pobres golfistas
que se hicieron tristemente célebres por sus sonadas derrotas. La suya ocurrió
en el cierre del PGA Championship del año pasado, cuando fue superado en un
desempate por el joven e inexperto novato Keegan Bradley. Antes, en el Waste
Management Phoenix Open, también perdió en ‘playoff’, esta vez con Mark Wilson.
Inclusive,
en el Masters de Augusta se hizo mencionar al cabo de los primeros 36 hoyos, luego
de firmar tarjetas de 69-71 (-5) e inscribir su nombre como una potencial
sorpresa de campanillas. Al final, sin embargo, otra vez la triste historia se
repitió y Dufner desapareció del panorama con anotaciones de 75-75 (+6) que lo
mandaron al puesto 24, muy lejos de los flashes que titilaron cuando Bubba
Watson se vistió con la mítica chaqueta verde. Con su cara inexpresiva, como si
fuera incapaz de exteriorizar sus sentimientos, Dufner parecía condenado a ser
uno más que rozó la gloria, pero la dejó escapar como agua entre las manos.
No obstante, el
destino le tenía preparada una sorpresa, y muy grata. Regresar al TPC
Louisiana, donde el año pasado había sido tercero, le prendió la lamparita
de la inspiración. Al cabo de 54 hoyos, con números rojos de 67-65-67 (-17),
parecía encaminado a quebrar su maldición. Aunque, claro, faltaban 18 hoyos y
esos, por antecedentes, eran los que marcaban los sinsabores para este jugador.
Un ‘bogey’ y tres ‘birdies’ en los primeros 10 hoyos lo mantenían en lo más
alto de la tabla, pero su impulso se frenó: en adelante solo pudo acredita
pares.
Esa
circunstancia fue aprovechada por Ernie Els, el veterano surafricano que está
hambriento de victorias en el circuito estadounidense, que con un 67 (-5)
final, libre de equivocaciones, lo emparejó en la pizarra. Se revivieron,
entonces, los fantasmas de los desempates, que hasta entonces solo habían
significado amarguras. Si bien no había un favorito claro, Els inclinaba la
balanza a su favor por el bagaje ganador, frente al palmarés inédito de su
rival. Sendos pares en el primer hoyo del ‘playoff’ le aportaron más drama a la
definición.
Y cuando
muchos, la mayoría, quizás, esperaba un nuevo yerro de Dufner, el
estadounidense destapó el frasco de sus mejores esencias y, con un ‘birdie’, se
adjudicó el trofeo. Se terminaba la historia del ‘patito feo’ y comenzaba la
del elegante cisne, orgulloso ganador. Pocos días después pasó por otro círculo
que había esquivado con sagacidad, pero del que no pudo huir más: el altar. Se
casó con su novia de toda la vida. Ya no era soltero, tampoco un perdedor
empedernido y ahora era, más bien, un Top-10 de la FedEx Cup y digno ejemplo de
constancia y paciencia para sus amigos y rivales.
Dos semanas
más tarde reapareció en el The Players Championship y pasó inédito, pues
terminó muy lejos de la punta, en la casilla 68. Por eso, su nombre poco o nada
decía a la hora de escoger los favoritos para adjudicarse los honores del HP
Byron Nelson Champinship, uno de los torneos de mayor brillo para los jugadores.
Pero, como en Nueva Orleáns tres semanas antes, Dufner se candidatizó
tempraneramente y llegó a la ronda final como un serio aspirante. Esta vez, sin
embargo, se las arregló para evitar un traicionero ‘playoff’ y, apretando los
dientes, superó al veterano Dicky Pride por uno para regresar inesperadamente
pronto al círculo de los ganadores.
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Amamda, su esposa, el mejor trofeo. |
Hoy,
Dufner, uno de esos golfistas que se ganan el cariño de los aficionados por su
don de gentes, su nobleza y su meritoria y sufrida trayectoria; es el número 1
de la FedEx Cup. Aunque no despierta pasiones como Tiger Woods o Phil
Mickelson, ni deslumbra con sus golpes como Bubba Watson, Dufner es la nueva
referencia del circuito estadounidense. Quizás no consiga marcar una época, quizás
no sea capaz de triunfar en un ‘Major’, quizás no vuelva a ganar en el PGA
Tour, pero lo cierto es que Jason Dufner no es el mismo de hace un mes: saldó
las deudas que tenía con el golf y vida.
Algunos
podrían pensar que vive un sueño, como si habitara una especie de burbuja, pero
Jason Dufner continúa imperturbable. No manifiesta sus sentimientos, su rostro
se mantiene adusto y el único lujo inhabitual que se permitió recientemente fue
cuando, el domingo tras embocar el decisivo ‘putt’, celebró con el puño cerrado
y alcanzó a esbozar una mueca de alegría. Ya no es el ‘patito feo’, camina
orgulloso como el cisne y se ganó la admiración y el respeto de aficionados y
rivales. Ya pocos se acuerdan de sus dolorosas derrotas y su bien ganada fama
de fallar en los momentos decisivos se diluyó.
Ahora vive
los gozosos y desde este jueves buscará seguir escribiendo la historia feliz en
el Crowne Plaza Championship at Colonial. Como una figura del circuito que es
en la actualidad, Dufner irá en un grupo estelar al lado de Matt Kuchar y el
joven Rickie Fowler, otros dos vencedores en la campaña, justamente en los
torneos que se disputaron entre sus dos triunfos. Es, además, junto con Hunter
Mahan (campeón del WGC-Accenture Match Play Championship y del Shell Houston
Open), el único ganador múltiple de 2012. Y aunque su rostro sigue inexpresivo,
no cabe duda de que muy dentro de su corazón se prendió el fuego que distingue
a los que están un paso adelante del resto. Toda una lección de vida.
Hasta la
próxima…
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