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Con su retiro, la mexicana Lorena Ochoa dejó el golf profesional sin una figura caristmática y sumido en una crisis. |
El título de esta nota corre el riesgo de ser malinterpretado, pero en los siguientes párrafos encontrarán los argumentos que lo justifican. Se trata de una afirmación más que pertinente, porque tras el retiro de la mexicana Lorena Ochoa, en abril de 2010, cuando era número uno del mundo, los circuitos femeninos perdieron brillo y, sobre todo, presencia en los medios de comunicación. Una realidad a la que Colombia no es ajena.
Un ejemplo: este miércoles, en la víspera del arranque del Sybase Match Play Championship, el mismo torneo que una vez ganara Marisa Baena (cuando el certamen se denominaba HSBC), ningún medio de comunicación había publicado una línea del tema. Ninguno: ni siquiera la web de la Federación Colombiana de Golf, que a cada rato se jacta de brindar apoyo permanente a los jugadores nacionales en todos los ámbitos, un respaldo que se hace muy notorio a la hora de los triunfos y las figuraciones destacadas, pero que suele diluirse cuando la marea está baja.
Tampoco es un ‘gancho’ el hecho que la colombiana Mariajo Uribe, de buena participación en sus más recientes salidas, esté incluida entre las 64 participantes de este fin de semana en el Hamilton Farm Golf Club de Gladstone (Nueva Jersey). Ni que vaya a enfrentar en la primera ronda a la japonesa Ai Miyazato, una de las figuras mediáticas del circuito, ganadora este año del LPGA Lotte Championship en Hawái y número 4 del ranquin mundial. La verdad, simple y llana, es que para los medios de comunicación, los oficiales y los privados, incluidos los oportunistas, el golf femenino es invisible.
Es doloroso reconocer que, justo en momentos en que el golf colombiano exhibe la mejor camada de mujeres golfistas de toda la historia, es cuando más claro está que les dieron la espalda. Porque no hay que olvidar que hay otras jugadoras nacionales como Paola Moreno, Juliana Murcia y Paula Andrea Hurtado que militan en el hoy llamado Symetra Tour, el circuito alterno estadounidense. Pero, de ellas poco o nada se dice, o se publica solo por cumplir, a la espera de que alguna de ellas llegue al círculo de ganadoras para, ahí sí, dar el gran salto y posar para la foto.
Lorena Ochoa jamás imaginó las consecuencias de su decisión de dejar el Tour y dedicarse a vivir una vida normal. Se casó, no hace muchos meses tuvo su primer hijo y ahora trabaja, de la mano de la fundación que lleva su nombre, no solo en la promoción del golf (también es comentarista de un programa en el canal CNN), sino también a ayudar a los niños más necesitados de su país a través de obras benéficas. Pero, tras su partida, el LPGA Tour quedó huérfano.
Hay muy buenas jugadoras en el circuito, con varias jóvenes muy promisorias. Sin embargo, ninguna con el talante y, mucho menos, con el carisma de Ochoa o de la sueca Annika Sorenstam, su predecesora. Las estadounidenses, algunas de ellas muy lindas, navegan en las aguas turbulentas de la irregularidad y, sin duda, están un escalón por debajo de las asiáticas, que a nadie le ‘mueven la aguja’ cuando se trata de atraer público o la atención de los medios de comunicación. Un durísimo período de transición que le está costando lágrimas de sangre al circuito femenino y que tiene a las jugadoras colombianas como ‘víctimas colaterales’.
La crisis económica, que hace varios años le asestó un duro golpe al LPGA Tour, es la gran culpable. El número de citas anuales se redujo sustancialmente y para este año están programado 28 torneos, es decir, apenas uno cada dos semanas en promedio. Así, entonces, el circuito nunca arranca, las emociones provocadas por los ‘Majors’ son efímeras y uno nunca termina de entusiasmarse con la actividad. No hay tampoco una figura que arrastre y, para colmo, los medios de comunicación miran hacia otro lado. Es un terrible círculo vicioso que ha costado la pérdida de varios patrocinadores de renombre y tradición y que limita enormemente las opciones de desarrollo de las jugadoras, muchas de las cuales se ven obligadas a optar por el retiro de la competencia para dedicarse a otros menesteres, con lo cual se frustra un sueño que acuñaron de niñas.
A través de la historia, en un hecho irónico, han sido las mujeres las protagonistas de las más importantes celebraciones, de la mayoría de títulos del golf colombiano. Un par de ejemplos basta para ilustrar: fueron mujeres las que le dieron al país la única medalla obtenida hasta ahora en el World Amateur Team Championship. Fue la terna de Carolina Llano, Eileen Vargas y Mariajo Uribe, la que se colgó el bronce en una histórica actuación en Suráfrica, en 2006. Y en el ámbito suramericano, ellas ganaron 45 de los 72 títulos continentales que acredita el país en las categorías prejuvenil, juvenil y mayores.
Hace unos años se pensaba que con Llano, Vargas, Moreno, Uribe, más otras jovencitas talentosas que se abren paso en ese difícil camino del golf profesional, Colombia iba a seguir gozando las mieles de los éxitos. Hoy, sin embargo, la realidad es bien diferente: Llano dejó la competencia al comprobar que no era el proyecto de vida que le permitiera ser feliz; Vargas tampoco compite y las demás luchan contra la corriente, con grandes esfuerzos y terribles limitaciones económicas. Y, peor todavía, completamente olvidadas, ignoradas salvo que logren una victoria.
En la reciente asamblea general ordinaria, la Fedegolf, con bombos y platillos, acreditó ingresos de 6 mil millones de pesos en 2011. Mucha, muchísima plata. Sin embargo, y a pesar de que hay una gran camada de jugadoras nacionales, y no pocas latinoamericanas de reconocido talento (argentinas, mexicanas, chilenas, venezolanas, brasileñas), no mueve un dedo para contribuir a su desarrollo. Es increíble que el golf profesional femenino solo cuente con un torneo en la región: el HSBC LPGA Brasil Cup, un torneo de exhibición, a 36 hoyos, que el año pasado ganó Mariajo Uribe.
¿Será que en Colombia no hay empresas interesadas en realizar un certamen similar? No hablemos de un torneo del LPGA Tour, porque eso es hablar de cifras que nuestra economía no resiste. ¿Será que reunirlas a todas ellas, las latinoamericanas, junto con las hermanas Marisa y Cristina Baena, que antes militaron en el circuito profesional, no resultará atractivo para los patrocinadores y los medios de comunicación? No se trata de montar un tour latinoamericano, pero sí de brindarles un apoyo que hoy no existe y que, más allá de lo económico, podría servirles para la motivación y, sobre todo, para volver a entrar en contacto con un público que las quiere, las admira y las extraña.
Inclusive, lo mejor que podría pasar es que ese torneo se realizara sin el concurso de la oportunista Fedegolf, que ya en el caso del golf profesional masculino dejó ver toda la torpeza y miopía de sus directivos. Las mujeres, que todo lo han hecho por el golf colombiano, se merecen eso y mucho más. El país deportivo, incluidos los medios de comunicación, está en deuda con ellas. Y este es el momento para brindarles una mano, para agradecerles todos sus sacrificios y su trabajo, hoy que la mayoría está en actividad. Como dicen en la calle, los homenajes deben rendirse cuando el personaje está vivo, porque una vez muerto todo queda en demagogia barata.
Soplan vientos de crisis por doquier, pero el golf femenino se resiste a morir. De la mano del talento, el carisma y la belleza de sus jugadoras, sigue dando la batalla con la intención de regresar a la mejor senda. Colombia tiene cómo aportar su granito de arena, pero las deportistas no lo pueden hacer todo solas. Ya algunos patrocinadores han fijado su mirada en ellas y, como siempre, lo único que falta es voluntad política por parte de la dirigencia. Que si no va a hacer algo, lo diga, pero que no se convierta en un molesto obstáculo y, más bien, permita que otros hagan su labor.
Hasta la próxima…
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